sábado, 11 de abril de 2015

"Agnes Bar" (Corta ficción)

Habían corrido las apuestas entre la risa general de las mesas juntadas. Zacarías tendría que beberse las tres copas que los gemelos le habían puesto delante y nadie excepto ellos  sabían precisamente a que licor correspondían esos colores que se mezclaban en las copas. El bar era nuevo tanto como el cantinero, el local entre dos calles escondidas abría hace apenas unos días. Fue Thalia la que lo descubrió entre un consultorio odontológico y una casa gris. Era un pequeño reducto que decía: “abierto” con un mediano cartel que señalaba la puerta corrediza. La noche empezaba apenas y dentro se movían dos siluetas entre la barra y un cuarto que se suponía que era el baño. Las luces opacadas por discretos lamparines se prendieron de pronto y otro anuncio encima de la barra ponía: “Agnes Bar” en antiguas letras de neón. Luego fue todo un murmullo que apareció en forma de mail, mensaje de texto o llamada entre la gente del grupo. Cada quien fue a visitar el bar en el trascurso de la semana y aunque a nadie lo dejó boquiabierto todos coincidieron que lo sobrio del lugar mezclado con lo tranquilo de la zona serían perfectos para celebrar el cumpleaños de Zacarías y de paso lograr una buena noche para embriagarlo y hacerlo inventar uno de sus tantos juegos que solo le aparecían en la punta de la lengua cada vez que estaba tan ebrio que no podía deletrear su nombre.

De vuelta en la mesa, Zacarías empezó por la copa que contenía algo similar al vino pero que según
él era demasiado dulce incluso para serlo. Se lo bebió de sopetón para luego dejar caer las manos con fuerza sobre la mesa y posar la mirada en la segunda copa. Los demás alentábamos mientras Thalia lanzaba gritos y le sobaba la espalda. Todo funcionaba correctamente. Del otro lado de las mesas juntadas los gemelos se reían de sobremanera y esperaban ansiosos a que el festejado llegué al tercer trago. No esperaron mucho porque luego de vaciar la segunda bebida que era una especie de bandera francesa por los colores que unía, paso a la última copa. Un licor blanco que podía ser cualquier cosa lo esperaba, en este último se detuvo un poco, mirando por un momento la base del recipiente y viendo como pequeñas burbujas subían desde el centro. Al parecer todos nos habíamos callado y con excepción de los gemelos nadie dibujaba ya una sonrisa en los labios. No le dijimos nada, esperábamos que se bebiera el contenido para así poder lograr que al fin se embriague y ser porte del ritual mágico en donde el cerebro de Zacarías podía inventar las cosas más absurdas y geniales. Esa sería la parte más hermosa de la noche y de la cual no abusábamos cuando aparecía sabiendo incluso que estando en ese estado podíamos salir extremadamente beneficiados o tal vez todo lo contrario. Al fin la mano tomo el recipiente y se lo llevó a la boca, secó el contenido de manera lenta pero continua, todos callábamos mientras el licor llegaba a su garganta. Por fin terminó de beber y cuando la copa seca golpeó la mesa junto con sus puños, todos, al mismo tiempo, pudimos soltar el aliento contenido.



Cada quién tomó asiento cerca de Zacarías y esperamos a que el alcohol hiciera efecto. Solo tardó cinco minutos antes del primer golpe en el pecho. Comenzó como una sonrisa en su rostro que empezaba a contagiarnos  pero el retumbar en su vientre que empezó como una broma se fue tornando más seguido en el siguiente minuto. Hipo pensó Thalia y se paró para buscarle agua en la barra. Cuando regresó todos rodeábamos el cuerpo que se movía de a pocos en el suelo. Jhosef  y yo tratamos de calmar los espasmos pero seguía moviéndose bruscamente para luego ya no temblar mas que de rato en rato. Cumy llamó a central de emergencias pero nos tardó menos sacar el cuerpo a la calle para tomar un taxi. Los del bar pararon uno casi de inmediato y cuatro de nosotros entramos en el cargando el cuerpo que poco a poco dejaba de moverse pero que casi al mismo tiempo perdía el calor. Los gemelos y Thalia se quedaron, esperarían otro taxi y pagarían la cuenta. Zacarías dejaba poco a poco su calor, desesperados tratamos de hacerlo reaccionar hasta que uno por uno empezamos a desvanecernos lentamente, primero fuer Pietro que mantenía sentado el cuerpo de Zacarías, él estaba en la ventanilla y de repente ya no, el cuerpo se ladeó para la derecha y fue Cumy la que evitó que la cabeza de Zacarías chocara con la ventana. Luego fue ella la que dejó de sostenerlo y  después le tocó Jhosef que iba adelante indicando al taxista el camino más corto. Finalmente quedé solo y noté que mis piernas no estaban . El cuerpo de Zacarías ahora echado en el asiento trasero dejaba de inflarse por el aire. En vano lo traté de  mover porque las manos se habían ido ya. El taxi estaba ahora detenido y el chofer decía “mierda” al notar que Jhosef ya no estaba en el asiento del copiloto, al voltear solo miró una pequeña parte mía que aún quedaba dividida flotando en su auto para luego solo ver la ventana trasera. El buen Zacarías moría en el asiento mientras sus torpes creaciones éramos partícipes del fin de todo. Con lo último del espacio pensé en los gemelos y en qué carajos sirvieron en las copas, fue cortísimo el tiempo para pensar que en el otro taxi lo mismo le pasaba a ellos y a Thalia, ahora era tonto pensar que nunca le podría decir que me gustaba tanto.