Habían corrido las apuestas entre la risa general de las
mesas juntadas. Zacarías tendría que beberse las tres copas que los gemelos le
habían puesto delante y nadie excepto ellos
sabían precisamente a que licor correspondían esos colores que se mezclaban
en las copas. El bar era nuevo tanto como el cantinero, el local entre dos
calles escondidas abría hace apenas unos días. Fue Thalia la que lo descubrió
entre un consultorio odontológico y una casa gris. Era un pequeño reducto que
decía: “abierto” con un mediano cartel que señalaba la puerta corrediza. La
noche empezaba apenas y dentro se movían dos siluetas entre la barra y un
cuarto que se suponía que era el baño. Las luces opacadas por discretos
lamparines se prendieron de pronto y otro anuncio encima de la barra ponía: “Agnes
Bar” en antiguas letras de neón. Luego fue todo un murmullo que apareció en
forma de mail, mensaje de texto o llamada entre la gente del grupo. Cada quien
fue a visitar el bar en el trascurso de la semana y aunque a nadie lo dejó
boquiabierto todos coincidieron que lo sobrio del lugar mezclado con lo tranquilo
de la zona serían perfectos para celebrar el cumpleaños de Zacarías y de paso lograr una buena noche para embriagarlo y hacerlo inventar uno de sus tantos juegos que solo
le aparecían en la punta de la lengua cada vez que estaba tan ebrio que no
podía deletrear su nombre.
De vuelta en la mesa, Zacarías empezó por la copa que
contenía algo similar al vino pero que según
él era demasiado dulce incluso
para serlo. Se lo bebió de sopetón para luego dejar caer las manos con fuerza
sobre la mesa y posar la mirada en la segunda copa. Los demás alentábamos
mientras Thalia lanzaba gritos y le sobaba la espalda. Todo funcionaba
correctamente. Del otro lado de las mesas juntadas los gemelos se reían de
sobremanera y esperaban ansiosos a que el festejado llegué al tercer trago. No
esperaron mucho porque luego de vaciar la segunda bebida que era una especie de
bandera francesa por los colores que unía, paso a la última copa. Un licor
blanco que podía ser cualquier cosa lo esperaba, en este último se detuvo un
poco, mirando por un momento la base del recipiente y viendo como pequeñas burbujas
subían desde el centro. Al parecer todos nos habíamos callado y con excepción
de los gemelos nadie dibujaba ya una sonrisa en los labios. No le dijimos nada,
esperábamos que se bebiera el contenido para así poder lograr que al fin se
embriague y ser porte del ritual mágico en donde el cerebro de Zacarías podía
inventar las cosas más absurdas y geniales. Esa sería la parte más hermosa de
la noche y de la cual no abusábamos cuando aparecía sabiendo incluso que
estando en ese estado podíamos salir extremadamente beneficiados o tal vez todo
lo contrario. Al fin la mano tomo el recipiente y se lo llevó a la boca, secó
el contenido de manera lenta pero continua, todos callábamos mientras el licor
llegaba a su garganta. Por fin terminó de beber y cuando la copa seca golpeó la mesa
junto con sus puños, todos, al mismo tiempo, pudimos soltar el aliento
contenido.
Cada quién tomó asiento cerca de Zacarías y esperamos a que
el alcohol hiciera efecto. Solo tardó cinco minutos antes del primer golpe en
el pecho. Comenzó como una sonrisa en su rostro que empezaba a contagiarnos pero el retumbar en su vientre que empezó como
una broma se fue tornando más seguido en el siguiente minuto. Hipo pensó Thalia
y se paró para buscarle agua en la barra. Cuando regresó todos rodeábamos el
cuerpo que se movía de a pocos en el suelo. Jhosef y yo tratamos de calmar los espasmos pero
seguía moviéndose bruscamente para luego ya no temblar mas que de rato en rato. Cumy llamó a central de
emergencias pero nos tardó menos sacar el cuerpo a la calle para tomar un taxi.
Los del bar pararon uno casi de inmediato y cuatro de nosotros entramos en el
cargando el cuerpo que poco a poco dejaba de moverse pero que casi al mismo
tiempo perdía el calor. Los gemelos y Thalia se quedaron, esperarían otro taxi
y pagarían la cuenta. Zacarías dejaba poco a poco su calor, desesperados
tratamos de hacerlo reaccionar hasta que uno por uno empezamos a desvanecernos
lentamente, primero fuer Pietro que mantenía sentado el cuerpo de Zacarías, él estaba en la
ventanilla y de repente ya no, el cuerpo se ladeó para la derecha y fue Cumy la
que evitó que la cabeza de Zacarías chocara con la ventana. Luego fue ella la
que dejó de sostenerlo y después le tocó
Jhosef que iba adelante indicando al taxista el camino más corto. Finalmente
quedé solo y noté que mis piernas no estaban . El cuerpo de Zacarías ahora
echado en el asiento trasero dejaba de inflarse por el aire. En vano lo traté
de mover porque las manos se habían ido
ya. El taxi estaba ahora detenido y el chofer decía “mierda” al notar que
Jhosef ya no estaba en el asiento del copiloto, al voltear solo miró una
pequeña parte mía que aún quedaba dividida flotando en su auto para luego solo
ver la ventana trasera. El buen Zacarías moría en el asiento mientras sus
torpes creaciones éramos partícipes del fin de todo. Con lo último del espacio
pensé en los gemelos y en qué carajos sirvieron en las copas, fue cortísimo el
tiempo para pensar que en el otro taxi lo mismo le pasaba a ellos y a Thalia, ahora era
tonto pensar que nunca le podría decir que me gustaba tanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario