miércoles, 6 de abril de 2011

Cuervo

"Es buen tiempo ya que recibo sus visitas nocturnas. Casi siempre se aparece pasada las doce aunque hubo días en que llegaba incluso antes de que me acostara, creo que le parece más gracioso hacerme asustar cuando estoy a punto de dormir o despertarme después de haber logrado el sueño, pero ya sabe que desde hace algún tiempo soy yo el que espera, y muy pacientemente. Casi siempre corro la cortina y me siento a oscuras al filo de la cama a esperar que toque el vidrio de la ventana con su pico, siempre son tres toques sordos pero contundentes que vienen después de un aleteo que se pierde, tres toques sordos, compactos, y luego su voz inconfundible, esa mezcla de graznido y carrasposa voz humana que se infla por momentos: "Abre, hay mucho que contar."

No logro entender como nadie en el edificio se percató que mantenía una conversación con un ave, un cuervo para ser preciso, y digo mantener una conversación porque hablo con el alado casi a diario, a veces muy poco o a veces largas horas. Lo he grabado muchas veces, en audio y hasta en video porque pensé que la gente necesitaría pruebas, pero no hubo luego tiempo de mostrarlas. Él no sabía que tenía las cintas pero cuando se lo conté tiempo después, se rió con ese estruendoso chillido del infierno  y batió las alas tan fuerte que logré ver su tamaño real, mucho más grande que cualquier otro cuervo. "¿Crees que no se calcula todo?" dijo mientras batía las alas una vez más. Asentí y tuve seguir preguntando lo de todos los días.

Las primeras veces, cuando todavía tenía miedo a su voz le trataba de preguntar las dudas primeras, las que generan los escalosfríos: Porqué me hablaba a mi, si no había otras personas a quienes visitaba, si es que todos los animales hablaban de alguna manera, si "trabajaba" para alguien, cosas que cualquier incrédulo preguntaría, cosas que  ayuden a convencerte que realmente estás hablando con un ave justo ahí en tu propia ventana.

Con el ir y venir de los días las preguntas fueron más comunes porque uno se da cuenta que todo ser vivo tiene un propósito aun si  no es definido a simple vista o peor todavía  si es subestimado como en el caso de mi amigo emplumado. Así que con el tiempo hablamos de todo y de todos, nos dimos cuenta que teníamos ideas afines de la vida y la muerte, que no éramos tan distintos, me acostumbré a su voz infernal, a su humor negro y costumbres carroñeras, podíamos hablar de todo y no sorprendernos, una vez le hablé que había matado un pájaro de pequeño, pero lo había hecho porque mi hermano me obligó, no se inmutó porque me dijo que lo sabía aunque no le creí, y así se volvió el amigo animado del otro lado, imperturbable, oscuro, negro, me acostumbró a su carácter, a su forma de ver y a su labor. Me mostró cómo no sorprenderse de nada y seguía contándome cosas y con más tiempo no me sorprendí de los avatares que sorteaba, de los cadáveres que escrutaba, de los llantos y secuelas que su imagen dejaba en casas y extraños, sus historias arriesgadas me gustaban pero no me maravillaban ya, no me sorprendí incluso esa vez que me confesó porqué  siempre yo lo esperaba, porqué  no podía salir de mi habitación hace tantos meses, porque me gustaba tanto la noche. Una vez se sinceró y me confesó que me había agarrado cariñó, porque era muy duro pasar la eternidad así, que aun nosotros los que no partimos necesitábamos de alguien. Me narraba historias graciosas de cómo la dueña del edificio hacía hasta lo imposible por alquilar mi departamento pero que todos sabían que aquí alguien se mató un día, aparte estaba ese tema que un cuervo venía y tocaba la ventana. Y terminaba de contar este tipo de historias siempre con esa su risa infernal, esa maldita risa que tienen los cuervos."

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