domingo, 22 de abril de 2012

"Debería de..." (Expedientes de cambios sin voluntad)

Es claro que siempre debemos de hacer algo más allá del deber obligatorio. Es claro que debemos de lograr algo por nosotros mismos incluso siendo los peores rechonchos que amamos  a nuestro sillón y que sentimos sus cojines como una prolongación de nuestros glúteos. Es obvio entender que por más vagos que seamos aspiramos a ser algo que realmente no somos. Más allá de la filosofía de inconformismo se puede entender la vida de TODOS con una pastilla de  “Debería ser” de 150mg  por las mañana antes del desayuno y otro “Desde mañana voy a…” Forte antes de dormir. Todo esto nos da como resultado una lista inmensa que va desde formar el hábito alimenticio hasta el dejar el cigarro o la paja para una vez a la semana.

Ahora está claro que los “deberías de” de unos son muy contradictorios a los de otros. El “debería de tomar desayuno diario y no irme a la chamba así porque luego tengo sueño” se opone al “debería de no comer esos panes con tamal diario e irme ligerito a la chamba para no andar con los gases en el ascensor”. El “debería de estudiar más y dejar a los wachiturros de la esquina” se opone al “debo de dejar de tomar tan enserio las tareas, terminar con la Manuela y tener una flaca de verdad”. “Debo de buscar trabajo serio y dejarme de hobbies” vs “debo dejar el trabajo y empezar a hacer lo que amo: shakiras y collares”. “Debo de dejar de gastar tanto en las salidas” contra “Si sigo llamando cenas románticas a las hamburguesas de hotdog picante nadie saldrá conmigo”

Pero aun sabiendo que nuestras intenciones de cambio suelen ser efímeras y vánales hay muchas que son realmente serias pero que nunca logramos: El “Voy a hacer más ejercicio por el bien de mi corazón” de un adulto de 40 con sobrepeso. El “desde mañana no bebo una gota de alcohol” o “Hoy fue la última pitada de mi vida” de cualquier adicto. Los “Debería de jugar más con mis hijos”, “debería de ser más romántico con mi mujer” etc etc que no logramos por la falta de constancia o porque simplemente no sabemos hasta que punto estamos hundidos en la conducta a cambiar.

En este instante yo debo de decir “la constancia y la fuerza de voluntad blablá bla”, en realidad el post no es para encontrar soluciones a los “debería de”. Es más, soy consiente que aun cambiando mis “debería de…” por “hoy haré esto” ó “Ayer logré…” no conseguiré un cambio drástico. La conducta humana nos sale de los poros y la queja es eterna. No hay una solución a los “debería de…” ya que cada vez que queremos cambiar una conducta o hábito sabemos que nos enfrentamos al monstruo de la constancia y nos replanteamos cambiar en dosis pequeñas, vagas que nos hagan sentir cómodos por el momento. El gordito de los panes no cambia su dieta a pan integral porque el monstruo está en ese germen de trigo y entiende que sabe feo y   que no llena ni mierda. El gordito del pan baja de 4 a 3 tamales al día y siente algo que con el tiempo tal vez logre calmarlo y con suerte cambie su dieta a uno solo.

Nuestros “debería de…” se quedan en promesas porque somos conscientes de que cambiar duele y es casi imposible sin alguien que te este recordando tu podredumbre día tras día. Los gordos bajan de peso con ayuda de un entrenador así como los flacos suben por un nutricionista. En este punto los “debería de….” adquieren su verdadera naturaleza: el apoyo por dinero. Así que al replantearnos el universo y pensar que podremos dejar el cigarro por simple fuerza de voluntad encontramos ante nosotros la fuerza sobrehumana de la mala costumbre y sabemos que necesitaremos pagar a alguien.

Un sujeto dijo que para no lamentarnos de nosotros mismos debemos de pensar las cosas antes de hacerlas pero nunca entendió el pobre que cada decisión nos condena a un extremo, que nos ata a otra costumbre. El hombre es un animal de hábitos. Entonces si pienso todo antes de actuar, voy por lo seguro, evito los excesos, respeto a los demás y nunca se me sale la ira,  me caso virgen, etc, tarde o temprano diré “debería de no haber escuchado a ese cabrón que decía que todo lo debía de pensar”.

Desde apariencia hasta costumbres malsanas, pasando por generar hábitos que nos salvarán o que prolongarán la vida o felicidad, nuestros “debería de…” son eternos puntos donde se encuentra nuestra verdadera identidad. Hay que tener cautela en los asuntos a cambiar para luego no arrepentirnos aunque es una regla fija que lo hagamos de diversas formas.

Sin escape y sin remedio, seguro estoy que los que logran cambios sin pagarle a nadie dirán que eso se logra con pura fuerza de voluntad y la gente les creerá y les ofrecerán dinero por el secreto a lo que estos accederán amablemente, dichosos de lograr cambiar tus “debería de…” por una realidad, amenos claro que sean fanáticos religiosos que te convierten gratis y te cobran en cómodas cuotas de diezmos semanales.

domingo, 15 de abril de 2012

“Esa naturalidad que se te da para decir idioteces..” (Diálogos monótonos)

Dependiendo del estado en que uno esté, siempre podremos identificar al caballo animalejo que adopta las posiciones más estúpidas dentro de una conversa. En otro término: siempre hay un webón que habla estupideces.

Es claro que existen tipos y factores que revelan a los idiotas en una reunión, tertulia, encuentro, fiesta, cita, plan o un simple cruce de miradas. Ahí está el idiota que te rastrea para adormecerte con un análisis sesudo, para hablar de su nueva adquisición o su punto de vista del actual gobierno.

Obvio es que si somos dos frikis que encontrándonos a la salida de un centro de juegos el primer tema a tratar será el mismo y nos pasaremos las horas preguntando de niveles, razas, tipos, maná, etc, caminaremos conversando de antiguos artefactos y nos burlaremos de sistemas de juego y demás hasta llegar a casa, entrar en el cuarto y pensar “que buen conversador soy”.  El problema radica cuando atrapamos a un tercero: un normal de peso medio y de IQ igual o más a 80. Este de inmediato se indignará de tanto dato y vendrá a escribir un post similar si es que su indignación lo deja.

Los sujetos hablan huevadas, están por todos lados, incluso he de ser consiente que uno lo es a veces cuando no toma real advertencia de su entorno y se suelta una inocente diatriba entre un grupo que toma un tema enserio. Vital es defender tus ideas pero tonto es soltarlas donde sabes que podrías provocarte una fractura. Cosas como “el metal es mierda” en un bar dark, mentar a cualquier reguettonero en medio de una disco de cinco lucas, decir que “el fortachón de la esquina usa esteroides “ en medio de tu rutina (el castigo llegará cuando estés en las duchas), insinuar que la hermana de un amigo está fuerte en pleno cumpleaños de su viejo y cosas así. La sinceridad es buena en circunstancias que te permitan cuadrarte bien para lo que venga o que te den cierta ventaja o ventana para que corras.

Están aparte los filósofos de cantina, los pensadores de vaso o analistas de chapita, los que con media caja discuten de cosas que no vivieron (Odría, Velazco, Hitler, el Cenepa, sismos, huaycos, los Mayas!)  o que discuten de lo que creen que vendrá, osea: “ya verás en cinco años vamos a estar sin ropa, sin trabajo, sin hijos por tanta basura, sin plata” y sentenciarán la declaración con el ya mítico “como con Alan pues”. Claro está que los queridos pensadores dejan la política pura, las estrategias militares, los datos estadísticos, la cruda y pendeja verdad para cuando estén muy mal, justo antes de que empiecen con las canciones Carmencita o Abanto Morales. Está por demás decir que las idioteces salen con más fluidez en lo etílico del momento.

Más cerquita, y sin tanto olor a ron, encuentras al florero de plata, el que hace pana del nuevo sistema de rastreo de su reloj Akita, el que muestra el Samsung Galaxy y usa el GPS para buscar su casa de noche. Tipos que ofenden el intelecto con máquinas que compensan su ubicación y raciocinio. Aquí están los que actualizan estado cuando se sienten con confort: “Comiendo un cheese con la loca Pinky”, “Rumbo a la juerga con el Tomate”. Webadas que se satirizan  por el hecho de  hacer público su destino. Amantes de los caracteres y del puto pájaro azul que se gana toditos mis: “que chucha me importa”.

Está, por no ponernos al final, el que asiente con la cabeza mientras otros hablan de cosas que nos generan repudio, en mi caso el fútbol me hace asentir y nombrar cosas que oigo por ahí. Aunque para mi CR7 me parezca un simple captcha diré que es bueno pero sentenciaré que mejor es la pulga aunque la única que conozca toque en los RHCP, todo esto para que no me veten y sigan pasándome el vaso, claro está también que jamás me quedó en un lugar donde hable todo el día del balón amigo amigo de Oliver y enemigo de Bruce.

Están los abominables que usan de pésima forma el doble sentido, los que desbaratan una buena broma, los que satirizan mal, los que creen que son líderes y guían a la manada, los que adoptan posturas para sentirse “chéveres”, los que todos les llega al pincho y solo hablan para joder los planes, los que repiten el chiste una y otra vez y los que chismean cosas que no tienen importancia, los spoiler que nos joden las tramas y los pendejos que sueltan noticias escatológicas cuando estamos comiendo, los mierdas que dicen que ya pusieron antes de que llegáramos al bar, palabras tras palabras que nos irritan y nos agobian, que nos piden  un guillete para sacarles la lengua y ofrecérsela a la ciudad. Todos la jodemos alguna vez, hablando huevada tras huevada nos formamos y nos conocemos, nos hacemos hábitos y formamos defensas extrañas, códigos que callan, palizas de silencio que nos hacen decir mentalmente: “carajo no diré más”, acto seguido será avanzar con el grupo sintiéndose un idiota hasta que el del costado la vuelva a fregar y nosotros listos ahí con la mandíbula abierta.

domingo, 1 de abril de 2012

Parches y excusas (informativo para explicar lo que a uno le pasa)

Para iniciar está, luego del tiempo de webeo asalariado con estrés, la nueva versión de la página de Facebook. Próximo está el like que di a toda página que mente la biografía de Zuckerberg. Más allá se dibujan las entradas solitarias: las mismas que poseen ningún comentario pero que fantasmalmente alimentan el contador de visitas. Cerca muy cerca: las ganas de querer seguir siendo lo que de a pocos se apaga como vela en el espacio. Todo se desdibuja, se quitan los colores, incluso los grises de esta aventura sin lectores. Para finalizar, aquí al costado, el polvo cubre las teclas y el mouse. Arriba la pantalla que sirve para que duerma el gato y para que los estados critiquen nuevamente la puta biografía del buen Mark. Nuevamente me planteo el post semanal, no, ahora diario o ¿quincenal?,  la cosa es escribir y sobrevivir aferrándome a la idea de que los baobabs no se están chupando mi planeta.

Ahora bien, una caricatura de los hechos:

“Salir de la U era manejar, por fin, la carcocha que cargaba en maletera  mis ideales de músico y escritor. Con sonido trillado al hartazgo, manejaba pues mi modelo de manivela haciendo oídos sordos a los que decían que a pie llegaría más rápido que trepado en esta mierda. Yo sabía que quería avanzar por donde chucha sea pero avanzar, lento pero seguro con la carcochita que podía cargar con mis libros, audios, pensamientos, ideales, desahuevantes morales y el ateísmo en frasco por si necesitaba usarlo contra algún zombie resucitado. 

Llegado el punto del fin, me di cuenta claramente de dos cosas: la primera, avanzar a cualquier lado significa también retroceder para su opuesto inmediato y la segunda es que los putos pendejos tenían razón: a pie avanzaba más rápido. Aquí te explico si no la sigues, ir a pie significaba dejarme de huevadas, ir a un lugar fijo, buscar chamba, ganar dinero y hacer algo parecido a todo lo que le dicen vida común y corriente. Ir a pie significaba también llevarme un puñado de sueños que habían en la carcocha con manivela, es decir dejar casi todo o peor aun, elegir entre sacar el lapicero y el cuaderno para llevarme la ilusión del escritor o agarrar la púa y la guitarra para ser una especie de juglar de pista y labrarme a punta de aullidos una carrera en el tiempo libre. Las cuestiones morales y el ateísmo en frasco cabían en el bolsillo de la casaca así que con eso como las webas. 

Ahí estaba pues, asustado, agarrando mi lapicero y la guitarra en mi carcochita que sonaba como máquina para hacer cancha. Dejar un elemento y olvidarme de él junto con el vehículo era renunciar a una parte muy mía, una cuestión que me llenaría de tormentos y sudores nocturnos que no quería experimentar. Luego de pensar en cual elegir me di cuenta que la elección más adecuada era la más idealista y  antisensata  posible. Salí de la carcocha y me largué lateando, dejando las dos cosas ahí. Así pues la mica de la guitarra se llenaba de polvo y las letras, los posts, las actualizaciones de la página quedaron huérfanas, al vacío. La carcocha eterna quedó abandonada con todo y cosas, no elegí nada y me largué.

Hoy regresé, luego de un mes o más, ya tengo los planos para hacer de mi carcocha un todo terreno. Me uní a la marea de los individuos reales, esos que ganan y gastan pero pienso invertirlo todo, absolutamente todo en esa máquina que suena a taladro de obrero. Si bien no estoy subido todo los días afinando las cualidades de escritor y músico porque me voy caminando diario, trato de regresar cuando puedo, cuando la modorra no vence, cuando recuerdo que si me bajé de esta metáfora absurda fue para hacer que todo eso que está en la cajuela sea realidad en un futuro inmediato. Pichuladas de joven. Estar escribiendo esto significa que ahora estoy trepado escuchando la radio AM de mi vehículo aterrorizado.”

Luego de la caricatura y las metáforas de couch me planteó a mi mismo un sinfín de promesas mientras entiendo que ahora hago cosas distintas a las que pensé hacer. Recuerdo tal vez que necesito de mucho. Puedo sentir a la vez raíces bajo mis pies, advierto nuevos elementos en mi relación con la soledad, me han quitado mi burda y feliz habitación vacía y la han llenado con mucha cosas. 

Se supone que todo lo que me invade debe provocar mi ira nivel 3 pero la verdad es que a medida que estoy en ese mundo de personas útiles,  le agarro cariño a ciertas especies que se mueven como yo y que me dan nuevas formas humanas de  seguimiento. Si bien ya advertí las primeras rajaduras de mi mundo entiendo que siempre me quedará está parte de la tierra para poder quejarme una vez más sin que nadie me entienda. Al final el asiento trasero es amplio y las excusas me siguen sobrando.