sábado, 24 de enero de 2015

Vida y gracia de un año que pasó (Vibras prósperas de aniversario)

... y así hace un año. El inicio no fue accidentado, no hubo sacrificio mayor pero sí nacieron dudas que ahora son más grandes. Puse la pequeña interfaz y conecté el micrófono, ya había grabado algo mío tiempo antes pero nunca lo había difundido más allá de un par de oídos muy específicos, ¿hacer canciones era difícil? No tanto pues había entrado por puro dolor hace casi una década atrás, escribir no me costaba tanto trabajo como encontrar calles, y  tantear melodías al puro oído era ejercicio de probar y quitar. Era divertido. Ahora que es una necesidad (y luego de un año de probar un camino del cual no conozco más que minúsculas áreas) ya no es diversión específica lo que ocurre al repetir cientos de veces, literalmente, una toma de un par de segundos. Cuando por fin termino no es lo divertido lo que se me asoma por la cansada cara, es la ansiedad la que entra cuando tengo que oír, es la satisfacción de terminar y lo divertido se queda en mirar cómo este tipo (en traje  mañanero de domingo) alza los brazos y grita: “quedó”.


Entonces. ¿Lo hago por pasión o por el número de visitas?, ¿estoy del lado de los que asienten cuando dicen que no necesitan ninguna aprobación?, ¿hago música para mí y me da igual si el contador se mantiene quieto o no? ¿voy a promocionar todo esto y me siento consiente que “mi música” es suficiente como para cambiar el medio o adaptarse a el?, ¿Por qué lo hago si me ha costado más de lo que he tenido nunca, literalmente again, y no he recibido (ni creo recibir) ni una moneda en lo que aseguro que será mi camino por y para siempre? (imaginarme ahora sobre una montaña y una bandera en mi mano derecha), ¿es verdad que se podrá vivir de esto sabiendo que si existe una escena que se autogestióna esta está a más de 200 km del lugar en donde vivo?, ¿creo que algo he logrado en un año soltando canción por canción y no haber tenido ni una sola presentación con el embanderado proyecto?, ¿soy optimista raspando lo idiota o un suicida en caída libre hasta que se estrelle en un sincero análisis interno o hasta que se malogre el pequeño equipo que posee?, ¿creo en los premios que algunos medios otorgan o voy del lado subte sin hacer subte para que los subtes me acepten?, ¿por qué sigo aquí o porque estoy pensando seriamente en quedarme?, ¿seremos ejemplo o burla?, ¿algún día acabaremos en uno de los odiados programas que los músicos mentamos pero vemos?, ¿qué haré el día que alguien reconozca esto, me apunte y con cara sonriente les diga a sus amigos que me saquen la mierda?

Las respuestas entre sinceras y no, no son de enorgullecerme, no creo que haya mérito en una primera canción o en un par de buenos comentarios. La respuesta no cambiará si aumentamos el número de temas y compartimos todo con los amigos que siempre nos palmearán porque son amigos. Si hay algo de orgullo en hacer esto vendrá dentro de mucho, cuando alguien escuche lo que hago y yo note en su expresión lo que a mi me ocurre cuando escuchó la música de la gente que sabe transmitir algo.

El botón play de ciertas canciones cambia mis días y mis decisiones, cambia mi humor y mi aspereza, me hace soportable cuando termina un tema o un energúmeno sádico cuando lo cortan antes de que acabe. He aprendido todo de los buenos maestros, los libros y la música, a estas tres cosas me dedico hace algún tiempo, sin ser bueno en ninguna aun, claro. Así que si el orgullo va a a venir, será el día en que algo de lo que produzco generará un pequeño vuelco en las decisiones de alguien que me escuche. No voy con el mensaje de esperanza y sinceridad, cuento lo poco que veo, mastico mucho algo antes de soltarlo, me enredo en piezas sencillas y acabó llegando muchos días después a una meta imaginaria, cosas buenas debe haber en esto, y Yodísticamente:  identificarse de algún modo alguien debe de, pero falta mucho tiempo, seguiremos soltando todo, bajo los medios que poseo que están en la web, sin lucro y con riesgo a un plagio siendo muy optimista.

Estamos en esto un año y me alegra poder saber que no tengo intenciones de retiro, hay planes cortitos como el de aumentar la pegada sin ser molesto (aunque es un poco tarde para eso), y planes que involucren proyectos de algunos que seguramente están como yo pensando en cómo llevar el hermoso peso de querer hacer algo que con el tiempo sea llamado arte.


Estamos con los síntomas típicos que alguna vez aquejaron y aquejan a cientos de almas que se han ido hacia arriba con trabajo duro y canas en los pelos o como los que se han estrellado y muerto con una sonrisa en la cara. No sé a dónde exactamente quiero llegar, tocar algo en vivo, generar más alcance  o acaso tener impacto en diversos grupos y apostar por algo que recién adquiere forma o que muta como esta bacteria, que es contagiosa, pequeña aun pero que esperemos que se esparza como una gripe antipática. Yo tengo todos estos síntomas, busco unos más. Soy egoísta al querer el contagio y por supuesto que habrá miles de recetas para eliminar lo que se empieza. 



Mientras que algunos oscilan en este medio con hermosas personalidades y decadentes vidas, yo me asomo  a la calle, por una esquina, a verlos de lejitos nomás y aprender de lo que hacen. En eso estamos: en aprendizaje. Esto tiene para rato, un año es poco y hasta ahora no sé que hay más allá. Será seguir en el viaje.

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miércoles, 14 de enero de 2015

De cada quién, de cada cual (Inspección del sueño cliché)



Nos movemos como todo lo que toca morir. Nos morimos con cada paso pero lo hacemos con ganas y algunas veces con estilo. Tratamos de complacernos día con día, nos mantenemos de pie por una promesa, una forma de pensar o un simple sueño que al margen de lo posible crece y crece mientras nuestra vida se va y se va.
Mientras compraba un pasaje para Timbunalaya, sonreía. Abordó  el avión.  Luego de algunas horas de suposiciones y mala comida llegó a esa nueva tierra. Todo lo que hizo en los siguientes días fue adaptarse rápidamente a ese clima frío y con muchas lluvias. Las primeras semanas la sonrisa muy notoria se aparecía en cada lugar nuevo que descubría. Cada momento  pensaba que estaba ya en Timbunalaya hogar de los mejores trapecistas del mundo. El vino a eso, a volar mientras la gente lo veía, a que lo notaran como un astro del aire, a que lo vieran en un espectáculo y le ofrecieran un contrato en algún centro espectacular, a que se lo llevaran por todo el mundo, amigos artistas incluidos,  que brillaría todo luego de tanto esfuerzo. Quería ser feliz mientras los demás abrían la boca para verlo entre piruetas. Años después todo el mundo lo podía ver detrás de aquel módulo de ventas de una de esas gigantescas inmobiliarias de la fría Timbunalaya.


Pudo ocurrir de muchas formas, una mala pirueta, una lesión en una audición  muy a lo Hollywood, tal vez empezó de la mejor manera pero nunca llegaron esos ojos que le ofrecieran el éxito, pudo haber ido con un talento sobreestimado o tal vez nunca llegó siquiera a demostrar lo que quería. Tal vez en una de esas calles, mientras todos andaban tras su vida soñadora o no, se dio cuenta que la sonrisa no se reflejaba ya en las vitrinas, que lo que vino a hacer no era lo que debía hacer, que era un niño y que luego maduraría pero mientras tanto ya estaba allí, así que intentar probar suerte no estaría mal. Tal vez aplazó las fechas. Tal vez tuvo mucho miedo y se mariconeo o tal vez fue tan valiente de aceptar que por dentro no era tan especial como se creía. En  el módulo cerró el portafolios y salió a comer, si fue feliz nadie lo sabe pero se adaptó tan bien que parecía estarlo. Lo dejamos ahí, comiendo una comida rápida, riéndose con los amigos del trabajo, muy Hollywood y todo eso.

No llegamos a saber, casi nunca, si lo que anhelamos está a la par de nuestras habilidades o destrezas, el carácter enorme y lejano del sueño nos nubla la lógica, nos opaca desde lo alto, nos deja una sombra a la que muchos se acostumbran. Nuestros sueños aparecen como una nube que nos inquieta, que nos mueve y motiva, que muchas veces se traga nuestra vida y que algunas pocas se pone a la altura, luego de mucho correteo, para dejarnos subir y hacernos notar que lo que queríamos es demasiado para nosotros o es muy poco; que siempre hay algo de cielo más arriba.

Todos tienen sueños que contar. Todos tienen su perspectiva de esa nube, a todos nos tapa día a día. Algunos de los que ya están arriba nos dicen que es de putamare y que sigamos buscando la forma de subir, otros se han ido tan arriba que lo que dicen suena muy difuso, de vez en cuando vemos descalabradas mágicas y cráneos partidos por una caída estrepitosa. Aun así desde niños todos queremos trepar. Todos vamos a la mala y sacamos pasaje. Luego, contar nuestra historia es por demás irrelevante. Siempre habrá un motivo para empujarte  a hacer lo mismo o para no ser tan idiota. El pasaje para Timbunalaya ya lo he comprado, aún veo mi sonrisa cuando me topo con un espejo mágico, mi historia aún no se pone tan Hollywood que digamos.