sábado, 16 de julio de 2011

El melómano y el gen fan

Para distinguir entre un fan y el melómano se puede plantear un ejemplo muy concreto  más allá de la cantidad de material que un fan pueda acumular (discos, polos, posters, entrevistas recortadas de periódico, tazas con el logo del artista, etc) o que el melómano es coleccionista solo del objeto musical. Es muy simple, si  un artista (músico y/o cantante), en este caso uno muy bueno para que agrade a los dos sujetos en cuestión,  en una de las giras o experimentos ácidos sufre un accidente, un huaico en carretera o un choque por sobredosis, pues generará dos respuestas: 

El fan (hombre o mujer) se preocupará, llamará a su grupo es decir al "club de fans" donde está plenamente registrado, ya reunidos irán al hospital con carteles, los posters autografiados y preguntarán antes que los familiares qué ocurre y cómo está el susodicho, si nadie les da informes se pondrán a corear las canciones del convaleciente fuera del hospital hasta que les pidan que se retiren, luego irán a una bodega y comprarán muchas pero muchas velas, las prenderán fuera de la casa del accidentado y esperarán hasta que el grupo que se fue por las frazadas llegue, harán una vigilia dormirán en la calle y las comisiones establecidas para ir cada dos horas por nuevas noticias serán las primeras en formarse, así por unos cuantos días hasta que les den la gran noticia : "está fuera de peligro" de ese modo volverán a sus vidas pero no sin antes prometer que se organiza grupos para las visitas de todos los días, si los familiares del artista no los quieren ver pues se buscan encargados que los puedan neutralizar, así sucede, mientras el melómano sólo se preocupa por el artista en proporción al cambió de sus canciones por gracia del accidente, estará atento al nuevo material que saque apenas salga del nosocomio.

Pero ahí no acaba el ejemplo, si las cosas son distintas y la noticia después de días es "lo sentimos pero no aguantó la operación" la reacción fanática será dolorosa en realidad, las caras tristes y las lágrimas serán presa de los medios que los enfocarán, el músico ha partido y todos lo lloran, el fan del que hablamos al inicio luego de pasar por el trance de la noticia y de separarse de su grupo vuelve a su casa se hecha en la cama y se pone a recordar los conciertos, las giras a las que fue, la primera canción que escuchó, descuelga el poster mayor de la pared y lo abraza mientras llora bajito, está triste en verdad, el melómano oye la noticia, también es un shock ahora él también se siente triste, averigua lo que puede trata de estar al tanto, luego va a su cuarto junta sus discos y los oye una y otra vez.


Aún sin estar del todo claro o estándolo, el dilema de la fanaticada y de los  que se concentran solo en escuchar, por decirlo así, no es cuestión de guerras o rencillas entre ellos. Siendo más reales  los cientos de fanáticos que habitamos (porque  hemos aprendido siendo fanáticos y seguimos siéndolo) la población sonora-consumista nos conmovemos por las noticias relacionadas con un ídolo nuestro, mientras que por otros solo nos causa extrañeza y algo de nostalgia. Si muriera Black Francis pues estaría yo en el segundo caso, escucharía a los Pixies mañana y noche porque consumo su música con gusto y placer pero si Frusciante  estaría siendo enterrado o hubiese sido consiente del deceso de Cobain en el 94, mis genes idolátricos no aguantarían y trataría de hacer llegar mis condolencias por cualquier medio, o haciendo tributos desde mi espacio urbano, tal vez eso por el fuerte vínculo de admirarlos, a veces, más a ellos que a la música que hicieron.

A todos los melómanos les ha traicionado el "gen fan",  la muerte para todo amante de la música  es la ruptura brutal del arte audible, el sesgo inoportuno de la onda sonora que se parte para siempre. Más allá de coleccionar discos nos encontramos con que tenemos un polo preferido de un grupo preferido, y que le damos un valor sobrestimado a los álbumes de una agrupación sabiendo  que toda carrera musical es irregular. El fan no solo cubre comportamientos de lágrimas y mocos en el estado caricaturesco pintado líneas arriba, también se manifiesta en los demás de manera mas solapada, en otros que estando atrás en un concierto gozan con los hábitos no musicales del grupo. Llamándoló actitud o no, el melómano se deja llevar muchas veces por un video que goza aun quitándole el audio, esto negaría completamente el concepto de melomanía pero no para entrar en contradicciones si no para establecer que todo el que se jacta de sólo escuchar y apreciar la música ha sido devorado por el gen fanático alguna vez.

A menos de veinte años de la muerte de Cobain y al relativo tiempo del estado comatoso de Cerati uno que  utiliza su música de diversos medios entiende que a veces la música no se puede desligar del que la hace, no puede ser sin el que la ha hecho, muchas veces la armonía prefiere unirse a su creador y lejos de complacer solo a los oídos, impregna y encierra en una burbuja al ídolo, lo hace indivisible con su obra, lo vuelve amado para siempre, mientras tanto fans como melómanos consumen su ente ya fundido, demostrando talvez que artistas así no puede dejar su obra en simple melomanía, sino que obligan  con su sincretismo: música-carácter, a completar su obra,  a ser sonido mejorado si es que se puede establecer así. Vemos que el melómano está ligado muchas veces, aunque no crea, a una imagen fundida  con la música , el gen fan aceptado cuando existe esta especie de artista.

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