miércoles, 11 de febrero de 2015

Tú, el reflejo y el inquietante tiempo (inevitable reflexión para maduritos del mañana)

Silbas tranquilo mientras vas por ahí, no te percatas que de camino a casa o viceversa has pasado por alto cientos de cosas que coexisten contigo, cosas que no notas hasta que te topas con el espejo, luna reflectante o charco de agua más cercano. Lo que sigue es común y conocido al llegar a cierta edad. Te preguntas por el futuro y bla bla bla. Luego hay una amena cháchara con tu lado despreocupado que sigue silbando mientras hace planes para el finde o quincena. Los expertos recomiendan estacionarse en este punto. Cuadrar la humanidad en un parque cercano, tomarse de la cabeza y lentamente desmigajar el momento para procesarlo mejor. El paso que viene es importante: aceptar la edad  sin (mucha) desesperación, respirar lento y profundo mientras se acepta el hecho. Luego queda lo obvio. Sí, la charla sobre el futuro ha llegado.  

Ya no estás tan niño, todavía te mantienes presente porque las caseras te dicen “¿qué va a llevar joven?”, eso te reconforta pero antes te decían “jovencito” y más atrás eras el “mocoso e’mierda”. El tiempo pasó y vino con algo de respeto pero luego oirás el: “sírvele al tío un ceviche” y sabrás que estás a muy poco de oir: “A ver… asiento reservado pal abuelito”. Han pasado algunos años, carrera a cuestas o no, te sientes, tal vez, cómodo. Una chamba ni tan buena pero no tan mala. Dinerito cada cierto tiempo, aunque otros ganan más y eso te pica pero luego te calmas. Has comprado algunas cosas y el tiempo de pedir plata para el pasaje se ha ido aunque ahora buscas el préstamo para un auto que es la evolución de lo anterior. ¿Metas? Por supuesto. La tienes clara desde hace mucho, sabes lo que quieres, incluso has tazado el tiempo que tomará, has mirado tu almanaque y sobra bastante, así se han pasado que… ¿los últimos 2, 3 ,5 años?

Hola soy Dale nomás, tal vez te recuerden frases como: Renunciaré apenas termine este año,  haré ese negocito apenas encuentre el lugar indicado, de este año no pasa la maestría, etc. ¿Qué pasó?, a donde se fue tanto plan hermoso. Lento pero seguro te has dicho pero entre nos son webadas si la rutina no ha cambiado en más de un año. Hasta panza ha salido y así nos hemos acostumbrado a todo.  A ciertos locales, una movilidad específica, marca de ropa, cosas que ahora podemos pagar y que seguramente luego irán evolucionando. Metas tenemos (no digo sueños porque para muchos es lenguaje de púber) pero ya se irán dando (diciéndolo con tono de futuro inminente) por ahora tenemos prioridades. Y así es, si sacaste un pequeño depa, si te prestaste para la cañita, si invertiste para  tu primer terreno o te gastaste 4 sueldos en una hermosa guitarra (no entra tanto en este catálogo pero pasa), ahora es asumir consecuencias y muchas veces irse al pan y agua, literalmente. En este punto la conversa con tu yo parrandero ha llegado a la seriedad del caso. Pide un adoquín de coco y sigue conversándote.

“Pero las cosas  que compro son  parte de las metas y creo que estoy siguiendo mi camino ninja”. Claro “joven”, has avanzado y si esos son los pasos para lo que siempre quisiste todo esta lectura es una pérdida de tiempo pero antes de continuar tu camino ¿realmente haces lo que siempre quisiste hacer o terminaste adaptándote a un lugar donde no te va mal y es cómodo seguir ahí “por el momento”? Sinceridad ante todo, así que ahora vienen las dudas que taponeaste hace algo de tiempo por las deudas que encontraste con el play4 que necesitabas con urgencia.

“Si todo marcha en orden, ¿Por qué no seguir haciendo lo que sé que hago bien, no excelentemente, no de putamare, pero me sale bien y nadie se queja?. Vivo tranquilo.”  Te has dicho.  Si esto es suficiente para seguir caminando por toda la vida, cierra el post y dale nomás. Pero si aún queda la duda, si hay un hilo sin resolver que te jode el alma y el led de 52” que sacaste, oh coincidencia en 52 cuotas también, no te hace pasar la sensación de vacío y falso piso. Pues es momento de seguir conversando.

Hace unos años, (no muchos para no seguir martillando la idea de la edad) eras parte de algo tan agradable pero limitante: la dependencia. Lograste escapar seguramente pero adquiriste responsabilidades propias de tu nuevo superpoder, Peter. Sacrificaste cosas y plantaste los pies para no caerte, te defendiste bien mientras aprendías pero a costa de no ver nunca más los sueños locos de jovenzuelo alborotado, total eras un “mocoso e´mierda” que estaba confundido. Pero ¿Y si no lo estabas del todo? Bueno seguramente que sí, para no entrar en algo aún más turbulento.

Fue más duro cuando tenías aficiones incomprendidas que fueron mutiladas de golpe por el chispazo de la realidad. Es más fácil confesar de chico que quieres ser doctor o abogado y recibir palmas y libros a decir que quieres ser artista o deportista y ser tratado, en muchos casos, como inmaduro e incapacitado para tomar decisiones por el momento. Luego te la creíste y tú mismo pusiste los parches. Fue lo correcto. ¿Fue lo correcto? Entonces ¿Habemus respuestus? (no sé ni mierda de latín).

Pero en fin crecemos con metas que alimentamos y desechamos las otras a las que dejamos muriendo en algún punto. Nos adaptamos bien a lo que tenemos, aplazamos y volvemos a aplazar, invertimos lo más valioso: el tiempo, en actividades que tal vez nos apasionen o no y ahora viene el balance y es aquí donde cada uno elegirá cómo hablarse o mentirse para subsistir por algo más de tiempo. 

Lo hermoso y perverso de la charla con uno mismo es que puedes patear el tablero en cualquier momento, levantarte e irte. Puedes también inventarte una hermosa excusa para seguir en lo que haces o llegar a la conclusión que estás haciendo tu mayor sueño realidad, cosa rara ya que si lo estuvieras haciendo no tendrías esta hermosa y masoquista charla para empezar.

¿Cuál fue el balance?, ¿Prioridades para las metas?, ¿tiempo para poder salir o entrar?, ¿olvidemos esto y no volvamos a hablar del tema? Luego es terminar esta charla, recomendable es quedar como amigo de uno mismo porque es inevitable que te vuelvas a encontrar contigo en el siguiente espejo o charco que cruces. Queda levantarse y continuar de la manera más sincera posible pero antes de partir, no olvides llevarte la basura de tu chupete “joven”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario