Silbas tranquilo mientras vas por ahí, no te percatas que de
camino a casa o viceversa has pasado por alto cientos de cosas que coexisten
contigo, cosas que no notas hasta que te topas con el espejo, luna reflectante o
charco de agua más cercano. Lo que sigue es común y conocido al llegar a cierta
edad. Te preguntas por el futuro y bla bla bla. Luego hay una amena cháchara
con tu lado despreocupado que sigue silbando mientras hace planes para el finde
o quincena. Los expertos recomiendan estacionarse en este punto. Cuadrar la
humanidad en un parque cercano, tomarse de la cabeza y lentamente desmigajar el
momento para procesarlo mejor. El paso que viene es importante: aceptar la
edad sin (mucha) desesperación, respirar
lento y profundo mientras se acepta el hecho. Luego queda lo obvio. Sí, la
charla sobre el futuro ha llegado.
Ya no estás tan niño, todavía te mantienes presente porque
las caseras te dicen “¿qué va a llevar joven?”, eso te reconforta pero antes
te decían “jovencito” y más atrás eras el “mocoso e’mierda”. El tiempo pasó y
vino con algo de respeto pero luego oirás el: “sírvele al tío un ceviche” y
sabrás que estás a muy poco de oir: “A ver… asiento reservado pal abuelito”. Han
pasado algunos años, carrera a cuestas o no, te sientes, tal vez, cómodo. Una
chamba ni tan buena pero no tan mala. Dinerito cada cierto tiempo, aunque otros
ganan más y eso te pica pero luego te calmas. Has comprado algunas cosas y el
tiempo de pedir plata para el pasaje se ha ido aunque ahora buscas el préstamo
para un auto que es la evolución de lo anterior. ¿Metas? Por supuesto. La
tienes clara desde hace mucho, sabes lo que quieres, incluso has tazado el
tiempo que tomará, has mirado tu almanaque y sobra bastante, así se han pasado que…
¿los últimos 2, 3 ,5 años?
Hola soy Dale nomás, tal vez te recuerden frases como: Renunciaré apenas termine este año, haré ese negocito apenas encuentre el lugar indicado, de este año no pasa la maestría, etc. ¿Qué pasó?, a donde se fue
tanto plan hermoso. Lento pero seguro te has dicho pero entre nos son webadas
si la rutina no ha cambiado en más de un año. Hasta panza ha salido y así nos
hemos acostumbrado a todo. A ciertos
locales, una movilidad específica, marca de ropa, cosas que ahora podemos pagar
y que seguramente luego irán evolucionando. Metas tenemos (no digo sueños
porque para muchos es lenguaje de púber) pero ya se irán dando (diciéndolo con
tono de futuro inminente) por ahora tenemos prioridades. Y así es, si sacaste
un pequeño depa, si te prestaste para la cañita, si invertiste para tu primer terreno o te gastaste 4 sueldos en
una hermosa guitarra (no entra tanto en este catálogo pero pasa), ahora es
asumir consecuencias y muchas veces irse al pan y agua, literalmente. En este
punto la conversa con tu yo parrandero ha llegado a la seriedad del caso. Pide
un adoquín de coco y sigue conversándote.
“Pero las cosas que compro son parte de las metas y creo que estoy
siguiendo mi camino ninja”. Claro “joven”, has avanzado y si esos son
los pasos para lo que siempre quisiste todo esta lectura es una pérdida de tiempo
pero antes de continuar tu camino ¿realmente haces lo que siempre quisiste
hacer o terminaste adaptándote a un lugar donde no te va mal y es cómodo seguir
ahí “por el momento”? Sinceridad ante todo, así que ahora vienen las dudas que
taponeaste hace algo de tiempo por las deudas que encontraste con el play4 que
necesitabas con urgencia.
“Si todo marcha en
orden, ¿Por qué no seguir haciendo lo
que sé que hago bien, no excelentemente, no de putamare, pero me sale bien y
nadie se queja?. Vivo tranquilo.” Te
has dicho. Si esto es suficiente para seguir
caminando por toda la vida, cierra el post y dale nomás. Pero si aún queda la
duda, si hay un hilo sin resolver que te jode el alma y el led de 52” que
sacaste, oh coincidencia en 52 cuotas también, no te hace pasar la sensación de
vacío y falso piso. Pues es momento de seguir conversando.
Hace unos años, (no muchos para no seguir martillando la
idea de la edad) eras parte de algo tan agradable pero limitante: la
dependencia. Lograste escapar seguramente pero adquiriste responsabilidades
propias de tu nuevo superpoder, Peter. Sacrificaste cosas y plantaste los pies
para no caerte, te defendiste bien mientras aprendías pero a costa de no ver
nunca más los sueños locos de jovenzuelo alborotado, total eras un “mocoso
e´mierda” que estaba confundido. Pero ¿Y si no lo estabas del todo? Bueno
seguramente que sí, para no entrar en algo aún más turbulento.
Fue más duro cuando tenías aficiones incomprendidas que
fueron mutiladas de golpe por el chispazo de la realidad. Es más fácil confesar
de chico que quieres ser doctor o abogado y recibir palmas y libros a decir que
quieres ser artista o deportista y ser tratado, en muchos casos, como inmaduro
e incapacitado para tomar decisiones por el momento. Luego te la creíste y tú
mismo pusiste los parches. Fue lo correcto. ¿Fue lo correcto? Entonces ¿Habemus
respuestus? (no sé ni mierda de latín).
Pero en fin crecemos con metas que alimentamos y desechamos las
otras a las que dejamos muriendo en algún punto. Nos adaptamos bien a lo que tenemos,
aplazamos y volvemos a aplazar, invertimos lo más valioso: el tiempo, en
actividades que tal vez nos apasionen o no y ahora viene el balance y es aquí
donde cada uno elegirá cómo hablarse o mentirse para subsistir por algo más de tiempo.
Lo
hermoso y perverso de la charla con uno mismo es que puedes patear el tablero
en cualquier momento, levantarte e irte. Puedes también inventarte una hermosa
excusa para seguir en lo que haces o llegar a la conclusión que estás
haciendo tu mayor sueño realidad, cosa rara ya que si lo estuvieras haciendo no
tendrías esta hermosa y masoquista charla para empezar.
¿Cuál fue el balance?, ¿Prioridades para las metas?, ¿tiempo
para poder salir o entrar?, ¿olvidemos esto y no volvamos a hablar del tema?
Luego es terminar esta charla, recomendable es quedar como amigo de uno mismo
porque es inevitable que te vuelvas a encontrar contigo en el siguiente espejo
o charco que cruces. Queda levantarse y continuar de la manera más sincera
posible pero antes de partir, no olvides llevarte la basura de tu chupete “joven”.
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