lunes, 30 de marzo de 2015

Para ver y para oír mientras espero (apuntes músico-literarios para un exitoso enganche a la confusión)

Hace unos 6 o 7 años atrás me obsesioné por recolectar todos los inicios de historia que se me escapaban entre las manos,  ojos y oídos. Estaba en medio de algo como toda la gente que conocía,  entre escapadas nocturnas y avenidas cotidianas con supuestas imágenes mías que debía seguir porque sí, porque supuestamente estaban en los planes. Es entre los 18 y los 20 que empezó el afán malsano por recopilar todo aquello que fuera venerable de ser oído, leído o tocado. Dejé de lado, por primera vez, los clichés en lo que nos encapsulaban a los recién mayores de edad y me aventuré por la cultura que tanto predicaba pero que me era tan esquiva como un buen cuento de Chejov.

Lo primero era averiguar cuáles era los clásicos culturales que no se me debían de escapar. Internet me ayudó en la exploración de discos, libros, cuentos, películas, poemas y demás formas que  pudieran darle sentido a la masa tumultuosa de ideas discordantes que llevaba día a día a la universidad. Siempre odiando el ser catalogado entre formas vanas, me di el tiempo de hacer notar mis nuevos hallazgos. Entraron por mi ruta ciega los antes mencionados y lejos de la pretensión que adquirían en mi nuevo lenguaje, formaron de una manera muy inusual el nido hecho con retazos de canciones, citas cortas de libros viejos o alguna que otra portada de casette.

Hacer una lista con el orden de la catarsis sería tal vez demasiada labor para mis manos aun no acostumbradas. Hice saltos largos encadenando cada cierto descubrimiento con un polo opuesto del arte que aparecía de repente. Bajar un disco llegaba tal vez en la semana en que hacía las primeras incursiones a los libreros de la cachina. Encontrar música que iba desde The Doors hasta ThePixies y libros que empezaban en Bryce y terminaban en Rulfo, chocando de vez en cuando la información de amigos y profesores. Luego fue perderme por un hermoso periodo entre los cuentos de Cortázar y sus libros para años después abordar  a los poetas de las generaciones que endulzaban el nuevo hallazgo de la trova de Delgadillo o de la mancha de cantautores Peruanos que hasta hoy adoro. Me iba a otro extremos y avanzaba entre Pink Floyd con su muro avasallante mezclado con el delirio de los Sonic Youth y su Daydream Nation. Estuve desubicado con el orden del rock peruano que acomodé en la cabeza como las diversas corrientes de la literatura universal y terminé paseándome con los años y por los años, describiendo lo que amaba de Borges en medio de un sueño mientras entonaba algún tema caleta de Fito Paez, seguramente del Euforia. Luego la recolección siguió sin el orden de su inicio, me aventuré para el funk español y peruano, el blues no americano, la etapa Sabiniana de todos, el chongo rock nacional, lo alternativo noventero, lo caleta de los no caletas, la trova argentina, el famoso indie antes de serlo, folk de un lado y la temida canción de autor para luego llegar a las voces femeninas peruanas de las cuales estoy en actual etapa de enamorado solitario. Por el otro lado mis ojos querían más libros de Saramago, Sartre o Camus para luego saltar a los cuentistas mundiales, Poe, Chejov, Ribeyro.  Aunque nunca volví a encontrar la aprensión que me generaba seguir leyendo las genialidades de Scorza del cuál jamás acabé su pentalogía. Me refugié en los amigos del boom que me llenaron la cabeza de ideas tan locas como amargas, de realidades que me hacían saltar el muro mientras escuchaba el último disco antes de la separación de Soda. Pasando de Bennedetti a los poemas de  Montalé. Del exacta dimensión de Rose a los boleros del gigantesco Cisneros. Después  Watanabe o Hernandez musicalizadoa por el hombre por el que toco la guitarra: Rafo Raez. Sobre este último y Daniel F tendría yo que hacer un post larguísimo con algunos años dedicado a sus canciones, frases y vidas. Su reflejo en cada paso son dejavus que permito con cierta pana y algo de cachita. 

Luego de la vorágine del aprender, luego de dejar las aulas, los amigos, amores y demás, entré a ese trance eterno del trabajo obligatorio. Etapa de hace algunos años con sus respectivos representantes que cantaban mientras me movía en bus para llegar a donde fuera. Hace unos años halle un disco de Drexler que puedo asegurar me salvo la sesera y también las tripas,  cambió radicalmente la forma en que ahora veo la música, esto me dio un vuelco general de gustos y placeres y acabé escuchando a Johanssen y afines. En esta etapa enseñaba a muchachos y me di el tiempo de hacer leer cosas que me volaran la mente si volviera 10 años atrás. Vargas Llosa, Poe, García Marquez, Reynoso y demás me obligaron a releerlos para poder explicarlos mejor y entenderlos de diversas maneras. Antes me obsesionaba con la idea loca de hacer un libro que mezclara a Kafka, Borges, Bryce, que tenga su pizca de Ribeyro. Digerible como Bukowsky en la resaca o ansioso como Poe mientras cae la noche. Del otro lado siempre aluciné componer alguna vez como Javier Lazo o Enrique Mesías cosa que hasta ahora no puedo hacer.


Avancé y llegué de nuevo a lo “comercial” y conocido pero visto desde otro ojo y otro oído, catalogando con más seriedad y siendo más precavido al momento de soltar el dinero por un libro cachinero. Aprendí qué cosas consumir entre mes y mes y descubrí que algunos clásicos amados no producían nada en mí. Entendí por ejemplo que ciertas partes del Jazz se me hacen incomprensibles como algunos libros de Proust. Que Verne no está entre lo que serían mis ficciones y que de los Zeppelin solo reclamaría uno que otro track fuera del acceso comercial. A cambio dije que sí a demasiadas cosas que se me harían inaceptables como hace 8 años. Le abrí espacios insospechados a la música de autor con toques muy propios, a la cumbia andina y a la nueva escuela de chongueo que arma la Nueva Invasión, La sarita  y los Olaya sistem. Empecé a hacer guiños al pop con mi proyecto y no descarto alguna pachanga posterior a mis inicios de chikipunk adherido al triple X de maracuyá. Quise abarcar y me desbordé en una inacabable fórmula que no comprendo ahora. Por el otro lado, el lector, obtuve lo contrario, me sumergí en libros no más complejos pero si más densos, en ciertos espacios que solo la intimidad de la idea masticada cien veces te puede otrogar, el 62 modelo para armar de Cortázar que hasta ahora leo con calmada paciencia, me da tantas dudas como un libro de Faulkner. Aunque es cierto que no leo como antes ni escribo igual pero eso irá en otro guión.

Abarcando nuevamente apreté tan fuerte que me salpicó la cara y por ahora ando entre clásicos y caletas. Actualizando mientras puedo. Hace algo más de un año tomé un camino que habla de apostar por mí, sin prisas ni maletas, que toma su tiempo, que quiere descubrirme de a pocos mientras dibujo bosquejos sobre cómo será lo viene y si alguna vez esto influye en alguien que no sea yo mismo.


Se dice que alguna vez llega el tiempo nuestro, a veces ignoramos que siempre es el tiempo de uno, que se trata de aprender de todos, que todos al final terminan huyendo de sí mismos. En estas ando ahora, solo me detuve un momento para escuchar y ver  todo lo que recopilé en algún momento, lo que ahora cargo inconscientemente y que me sigue por donde trate de hacer algo mío. Ahora toca sonar algo de un lado y luego vendrá algo absurdo en contraste y gigante en perspectiva. Todo está tan revuelto pero nunca nada estará tan ordenado. Todo sigue el random eterno. Aleatorio nunca antes mejor dicho.


martes, 17 de marzo de 2015

Seguir y/o morir en el intento (Reflexión de vereda sobre los héroes del camino)

Estamos llenos de tiempo. No solo lo consumimos si no que lo asimilamos como veneno que desgasta la sangre e irrita los huesos. Cargamos una valija que con el tiempo se vuelve baúl y pierde las ruedas, nos pesa entonces seguir, nos deja en medio del camino, nos obliga a establecernos. Claro que siempre hay otros inmunes, más allá del tráfico de equipaje están los que siguen el rumbo con o sin peso. Los ligeros de pies y de boca. Soñadores extremos que de uno u otro lado siguen con su vida y cargan a otros mientras sus piernas no tan grandes parecen que nunca se van a detener.

Líderes les dicen, otros prefieren llamarlos motivadores, ejemplos, paradigmas o hacedores del cambio. Da igual ya que aun con grandes nombres siguen siendo pocos pero aún están en todos lados. Pueden conmover con su realidad a cuestas, con sus respuestas atrayentes o sus ejemplos demoledores. Productos de la libertad sin compromiso, generadores de ideas propias que contagian y fortalecen y a su vez recolectores de enemigos de diversas procedencias.

Lejos  de las alabanzas y nombres que se tejen, entiendo que los ejemplos de unos son los villanos de otros, es por eso que dejamos los nombres de lado. Lejos también de rendir una postura se tiene que entender que una vida, en muchos casos, motiva a otra de diversas maneras posibles, llegando incluso a que los ideales de alguno terminan siendo guías para enfrentar directamente a otro grupo de humanos con héroes antagónicos. Lo hermoso de creer en alguien está siempre atado a nuestra verdadera postura, a nuestros ideales primarios, de moral y concepción de las cosas.

Defenderemos siempre lo que creemos correcto, defender implica dar razones lógicas por las cuales exaltamos nuestra postura y es aquí exactamente donde las cosas se bifurcan. Dicotomía le dicen. El camino que separa la defensa de un ideal lógico y sustentable se aleja de forma inminente del fanatismo pasado o moderno. Creer en alguien sin jamás haberlo rebatido, sin haberle cuestionado nuestras dudas ni logrado sacarle las respuestas que necesitábamos, es puro afán obstinado y confundido, es ceguera y obstinación.  Muchas de las cosas a las que hoy rendimos tributo son producto de la duda y la confrontación de ideas. Formas irreconciliables tienen creyentes de todas partes sin que estos jamás se hayan atrevido siquiera a preguntar porque están en el bando donde se encuentran.

Dudar y preguntar. Cuestionar todo, absolutamente todo, es la forma, tal vez, más sincera de aprender, de crecer y generar ideales propios, lógicos y tal vez dignos de repetir. Hábitos como la lectura, la práctica de valores y la curiosidad muestran al final del túnel a ciertas personas a las que podemos tenerles respeto y admiración pero no por ello serán pilotos de nuestra vida ni guías espirituales. Son estos tal vez los ejemplos que necesitamos cuando tengamos dudas en el siguiente paso de nuestro propio andar, amigos no conocidos de los cuales podamos sacar provecho viendo sus lecciones pasadas y entendiendo su moraleja del camino recorrido. No se trata de seguir ciegamente a alguien que ve mejor que nosotros. Acaso andar es mirar a los diversos caminos y darnos cuenta que las piedras están en todos lados. Así saber que el descanso, la continuidad y la dedicación son ejemplos aplicables en todas las vidas y que los senderos son los que forjan a los héroes que siguen avanzando mostrando que todos, en los diferentes lugares, pueden lograr lo mismo a su manera.



Optimista y sincero el post de hoy. Caminante no hay camino se ha dicho alguna vez. Los “Hermanos Brothers” lo volvieron rock y me dio que pensar mientras caminaba.

viernes, 6 de marzo de 2015

Así que haz vuelto (Cortísimo balance en boleto de viaje)

¿Por dónde empezar?, ¿deshacer la maleta?, ¿limpiar el cuarto?, ¿desempolvar la ropa que quedó, sacar los libros, acomodar el escritorio?, ¿pensar en lo que dejé y tengo, en lo que tuve y que perdí, en lo que ya no está y lo que no importa?, ¿actualizar la música o en escribir un poco?, ¿cantar como quien quita las enredaderas que están en la garganta?, ¿crear algo nuevo en medio del caos, limpiar el caos para librase del medio, quedarme quieto y aprender del momento, olvidar los momentos y poner en marcha todo lo que planeé?, ¿tender la cama o poner a lavar la ropa?, ¿alistar las cosas para el trabajo?, ¿preguntarme porqué sigo trabajando?, ¿abrir la puerta para ventilar el  clima comprimido o cerrar todo para que ninguna imagen se me vaya de esta nueva vida?

Cuando se toma la decisión de irse con regreso seguro,  uno puede entrever que lo mejor entre el partir y volver es el periodo de quedarse en el medio, de estar donde nunca se ha estado, de aprender de la partida y regocijarse luego con el regreso. “Seguramente vienes cargado de nuevas manías y demás baratijas, seguramente dirás cosas locas o innovarás lo que venías haciendo” se habrá de oír y  pues la clara respuesta es que sí. Sentir que algo ha cambiado es sinónimo en muchos casos de decir que somos muy distintos en el presente. Volver supone una opción ante la inminente obligación de tener que irse alguna vez a donde se tenga que ir. 

Escapar, huir, largarse, perderse, encontrarse y demás voces implican una sola y gran consecuencia: cambio. Buena o mala la ruta  esta da cosas nuevas, miedos nuevos y oportunidades inigualables, te otorga y quita, te acobarda y emociona. Volver, repito, es una opción. Muchos recorren un camino sabiendo que no hay retorno. Muchos retornan apenas se han ido y otros aman tanto el irse como el volver, de estos se admira las ganas locas de aprender sin olvidar, de crecer sin perder de vista sus pies y su fijación extrema con la raíz primera.

Aprender es una consecuencia innata del camino, las decisiones abren puertas, la necesidad de cambio te obliga a cruzarla, la recompensa siempre es buena, se sabe más, el brillo de los ojos te cambia, la forma de ver y sentir se transforma, no importa mucho el tiempo de no estar donde se estaba, vale más lo que dejas a conciencia y lo que te llevas en el periodo en que estuviste fuera del “yo” diario.

Si te has ido y has vuelto o si te fuiste y nunca más volviste a ver a tu antiguo ser, si eres de los que adora y registra carreteras o de los que caminan sin mirar atrás, si amas el camino por el simple hecho del recorrido que te brinda o por las posibilidades infinitas que te trae, puedes entender que el viaje te libera y a la vez te compromete, que une las líneas de lo que fuiste y lo que eres, que completa mediante una carretera aparentemente recta las etapas que dentro de algún tiempo querrás recordar con olor, brillo y sabor característico. Donde estés, estás aprendiendo. 

Así que creo que empezaré por la maleta, luego los libros, luego los regalos y luego la limpieza, empezaré por quitarme la coraza de viaje, por enlistar mis torpezas y darle unas últimas líneas a todo lo que he dejado mientras ordeno, durante toda la noche, la hermosa nueva vista del futuro que he comprado.