sábado, 29 de octubre de 2011

“Yo Artista” (Defensa + Collage de ideas + Promesa aparente con tintes de juramento)

Estando en  el  campo de formas, sonidos, letras, etc.,  pensamos que no debemos dar razones de lo que hacemos pero a veces las ganas de explicar tientan al  instruido  como al menos indicado para hablar como en este caso.

“Tengo plena certeza al argumentar esto no sólo para que el instinto lógico de los que juzgan pueda quedar satisfecho y en este caso deseo dejar establecido que quiero ser, desde el cliché más antiguo, artista, no porque pretenda obtener regalías ni porque el corazón me lo dice, no puedo demostrar que lo subjetivo sea parte de mi defensa, yo hago lo que hago no por destino o fatalidad, ni por una fuerte carga emotiva que me haya marcado en hecho anteriores y que se buscará para encontrar el inicio de mi fiebre pasajera como ha de ser llamado, hago lo que deseo porque no encuentro otro medio para entender las cosas, esta es mi excusa tan similar a tantas pero mi desventaja existe desde el propio hecho de querer entender el  “expresarse”.

Creo ser catalogado desde ya, dentro del grupo sobrepoblado de los autodenominados poseedores de arte, no tengo herramientas certeras para quitar esa imagen de la mente del lector, yo también exploté por escuchar las justificaciones de gente que cree que puede llevar su talento junto con su profesionalidad o de lo netamente comercial que se erige como forma artística. Estoy involucrado pero creo estar adelantado a esa desgracia no por figurarme hasta el final de la vida haciendo lo que deseo hacer, cualquiera que desee ser cantante, pintor, escritor o músico puede soñarse haciendo lo que ama hasta sus últimos días, por el contrario pretendo, como muchos lograron, entregar los años más fuertes y de más libertad al reconocimiento  de mi identidad dentro del arte, así sé que en estos tiempos que vienen y en muchos de los que vendrán, lo más seguro es que no goce de aplauso alguno o entendimiento de mis causas hasta pasado mucho y si es que  recibiera reconocimiento nimio estoy seguro que para ese día ya estarán dibujadas mis  primeras márgenes en la frente. Estoy dispuesto a gastar la juventud, invertirla sin tener la certeza de lograr provecho alguno no para encontrarme dentro del arte si no para asegurarme que pertenezco a ese lugar desde siempre.

No deseo ese sector que asegura el panorama mundial de lo bello o goza de lo popular de una imagen o poseedora de gigantes impulsadores, mi apego va más por ese grupo de artistas a los que no se les ubica en direcciones fijas, eso que difícilmente dan el mejor regalo de navidad, aquellos a los que las aseguradoras no les tocan las puertas y de los que se les hace imposible entender  ese sistema de ascensos que tanto mortifican al resto, aquellos  que  palabras como “sueldo” y “crédito” no pueden acompañarlos en una oración seguida.

 Mis motivos son lógicos por completo, nada de corazón, sentimientos, alma o profundidad, yo dibujo mi vida de esta forma porque lo que hago es lo mejor que se hacer no habiendo mucha distancia  con cualquier  profesión certificada solo tal vez que a mi parecer el único que puede colocar sus credenciales en una pared es el artista mismo del pincel. Ahora un hecho es no ser lógico y otro diferente que lo que diga suene desconcertante. La expresión que de mí salga así como mi lenguaje no carecerá de razón ni será subjetiva hasta los diáfano, serán palabras que me encasillarán dentro de ese grupo que creen que pertenecen a los de los “artistas” con comillas. Así si de diferencias hablamos, la básica radica en el entendimiento, no nos entenderemos no porque no quiera si no porque hasta un punto esa marginación brindada al que desea ser artista es un indicador que mide la lealtad propia que uno se puede tener.“

  
La defensa del artista nace desde que defiende su elección misma frente a los padres, profesores, profesionales y el entorno en general, lo expresado trata de resumir una declaración desde un punto de vista fijo, la verdad del camino artístico está sujeta a demasiadas perspectivas pero en todas existen las trabas mismas de hacer algo que a casi todos les parecen eventualidades pasajeras y lastimosamente muchas veces tienen razón.

lunes, 17 de octubre de 2011

¿Por qué fumas? (Penosa defensa de una costumbre)

Ni del que se abstiene ni del dependiente, hablemos del fumador promedio, el del puchito en el parque.

 Porque me he enfermado al escuchar, cuando ya fumaba, a los que no lo hacían. Me enfermaba porque al oír su preguntita ¿Por qué fumas?, sabía que aun dando la respuesta mas putamadrezca de la tierra, todo lo que les dijera sonaría a tontería, así harían notar la cara que uno pone cuando juzga como diciéndome: “de chiquito yo decía que no fumaría y adivina qué…no lo hago”.   Es cierto, no hay respuesta buena pero hay respuesta tonta y común: “porque me relaja”.  Para concha yo también preguntaba: “¿porqué fumas?” y me burlaba cuando me decían lo de la relajación pero cuando empecé a fumar también respondía que relajaba aunque al mismo tiempo escondía que me hacía temblar después de diez pitadas, que me quitaba el calor del cuerpo, que me enfriaba las manos, que me hacía antojar licor y que también me ponía triste. Entonces si tú no fumas me vas a preguntar ¿y por qué carajo lo haces? Y no diré nada, porque según la lógica a los vicios nada los justifica, porque el hecho de hacerlo me hace perder en ese campo moral que ciertos manejan muy bien. Pero si se está pensando que debe existir algo que escapa a mi incapacidad de responder, claro que algo hay: mi (el) fumar no tiene que ver con la relajación ni con el que no ha fumado nunca.

El fumar no te enamora por más que te invada con publicidad y campañas millonarias. La primera pitada que uno da es amarga, atora, hace toser, es de esas cosas que uno sabe que hacen daño al primer contacto, no es como el licor donde un poco puede actuar de inmediato, la primera pitada solo genera asco y nada más. Cómo justifique cada fumador su segundo jalón de tabaco no tendrá nada que ver con su rica textura y su fuerte sabor, la segunda pitada está ligada a la copia, revancha, aceptación, moda, ya que así nace, el fumar es hija de la monería. Aunque con el tiempo la hija de mona se hace querer ya que el fumar en soledad existe.

El comprar cigarrillos por unidad podría reflejar falta de solvencia pero nunca un vicio latente. Se dijo ya que nada tiene que ver el adicto aquí.  Los cigarrillos eventuales no se basan en la necesidad única de fumar, se vinculan con diversas situaciones que se aunarán mientras el cartucho se consume porque si hay algo más que reprochar en el hecho es que ciertas actividades se enlazan al cigarrillo hasta formar la costumbre. Reproche para algunos y necesidad verdadera para otros. Ahora también poner al cigarro sólo como excusa para hacer otros quehaceres sería menospreciar el afecto que el intoxicante se gana, porque hay un afecto latente para que el fumar en soledad se pueda justificar.

El ¿Por qué fumas? es solo el penoso relato de una pregunta sin respuesta satisfactoria, el fumar se va a juntar  más con determinadas situaciones que con los efectos que causa dentro de uno, si a alguien le fascina el sabor a humo y el olor en los dedos pues adivinaremos un final seguro. El placer de fumar un solo cigarrillo no va con los efectos de otro mundo que se experimenten, la costumbre de prender un pucho en la calle, en el cuarto, mientras llueve (nunca mientras solea), no radicará en su extremo afán de novedad. Con el tiempo el cigarro tanto como el fumar se vuelven aceptables al paladar, digeribles, nunca sabrosos, producen ciertos vaivenes que suelen combinar hermosamente cuando se habla con sinceridad, esas fantasmales hilachas que salen cuando hablas de un buen libro o escuchas un tema que debería poner en pausa al mundo, hacen que el placer de defender al cigarrillo exista, no es algo bueno ni malo lo que se defiende, se trata de salvaguardar al mejor complemento de la lluvia mientras uno está tras un cristal, al eterno pase del pucho entre los amigos sin sentir el asco de sus bocas, se defiende al que termina de enmarcar una historia que no era buena ni mala, solo poco aceptada socialmente por el hecho que el humo de mi cigarrillo aun se huele mientras la cuento.

No es de descripción fácil redactar justificaciones para el fumar, cualquier afán de argumentos tangibles y poderosos no existirá, la defensa no es mediática solo porque apela a mis recuerdos y necesidades de tener presente al humeante cilindro, así el hecho de prender un cigarrillo seguirá siendo símbolo de miedo para los niños y aunque se respete la actividad no habrá justificantes no  personales y subjetivos. Razones para fumar existen pero son tan singulares que no se pueden unir en una demanda de aceptación general. Es por eso que la causa del defender la razón del fumar está perdida pero al fin el fumador seguirá existiendo aun sin tener la respuesta al cada día más jodido ¿Por qué fumas?


lunes, 10 de octubre de 2011

La buena música (monólogo ineficaz)

La buena música no responde al orden lógico que se dicta en los lugares más comunes de la radio, lo bueno no lo genera el grupo de amigos o el grupo de personas que quieres conocer porque creen que escuchan lo bueno.  Las buenas canciones no responden a géneros en apogeo o en decadencia, de las buenas canciones muchas son escuchadas y cientos perecen en el olvido de una mente desgranada por el Alzheimer.  De lo bueno que el mundo escuchó yacen restos como monumentos, de lo que suena en la actualidad la mitad de receptores dicen que es basura y la otra mitad dice que los otros lo son. La buena música no está sólo en lo desconocido así como tampoco lo está en lo comercial, los buenos músicos no solo son ingleses los malos también lo son, la verdad de un ritmo yace en sus raíces así como en sus fusiones. La buena música nace sin fines de lucro pero no está exenta de generar ganancias, los músicos que detestan lo comercial olvidan que ningún sonido es no comercial, la buena música crece entre el odio de lo conocido y el miedo por conocer. La gente consume música y la tilda de buena o mala de acuerdo al parámetro que rige su vida en un momento determinado y si la música es vista así pierde su carácter de arte y se vuelve ciencia. Los fans aman a un sonido asociado a una figura mientras que los músicos quieren crear sonidos que se parezcan a ellos. El circuito de la música se mueve de acuerdo a demandas que son autoformadas: se piden a ellos mismos, y  cuando un fenómeno se les escapa es donde nace una nueva era, la nueva buena música es producto del subestimar.

 La buena música es calculada así como impredecible, los buenos oyentes no siempre escuchan buena música, así, la conducta del oír no tiene nada que ver con lo que se oye. Los seres prefabricados hacen música que se considera buena para cierto sector, esa palabra es fija: sector, entonces la buena música también se mueve entre sectores pero nunca se queda en uno solo. La música mala es solo otro nombre para lo poco ingenioso aunque la buena música nazca de repeticiones que tuvieron el privilegio de venir antes que alguien la repita. Al inverso el músico malo es aquel que no puede hacer nada nuevo con los sonidos que existen, la música que produce no es mala, como se dijo, no es innovadora nada más. La música que suene bien siendo una copia no es buena música solo es eso: la copia, aquel que llegue a estados únicos con lo repetido genera duda sobre su propio estado. La música tranquila no es sinónima de buena así como la catártica no simboliza poder absoluto dentro de lo musical. Los estándares para juzgar la música son inexistentes, lo que puede juzgarse como bueno sigue moviéndose en indicadores de ánimo y durabilidad. La vigencia, dentro de todas las bocas especialistas, es sinónimo de buena música aparentemente. La música que uno hace evoluciona con el tiempo y nunca al revés, la música que hace uno no puede empeorar, los músicos que aman sus primeras canciones solo reflejan su quietud no su retroceso. La buena música no crea buenos músicos solo buenos oyentes mientras que la música que no nos gusta nos brinda visiones sobre lo que no queremos ser. La buena música no es solo es bella también es sublime. Las buenas canciones no siempre generan buena música, la buena música genera un estado de ánimo completo, absoluto y autosuficiente, la música que no lo es simplemente se filtra por nuestros oídos. La buena música no siempre  depende de la voluntad que uno le otorgue para dejarla ser. 

La buena música no nos lleva a un estado inalterable, nos obliga a mantener el que llevamos en ese momento y es catalogada como buena porque crea. La buena música escapa de categorías y especulaciones es un arte más y único a la vez, sólo se mueve entre murmullos y huevadas que no la definen nunca como esto.

sábado, 1 de octubre de 2011

“Poco hombre” ( Precaria guía para discutir con una mujer)

Hasta donde he visto (y no he visto mucho) cuando los varones tienen malentendidos, derivan en indirectas muy directas, sin gracias redundantes, con risas socarronas que tocan heridas, con chistes que apuntan a la llaga, conocen el camino hacia sus debilidades y atacan ahí, ridiculizan primero aprovechando las risas para disminuir al otro, atacan intelectualmente con el insulto adecuado, luego las risas se pierden progresivamente, los ojos se encuentran y empiezan los “conchetumadres”.  Muy diferente resulta el trato entre las mujeres que pocas veces deriva en los jalones de pelos. Ellas se orientan más a la hipocresía, más drásticas y calculando las palabras. Mientras los hombres pelean como perros: directo al cuello, la mujeres se tratan con la falsedad y frialdad de los gatos, con el juego más perverso, con la palabra por detrás, atacando la incertidumbre de ser amigas o enemigas. Los varones que se tienen rencor prefieren evitarse, si se cruzan se ignoran o se retan directamente, las mujeres se saludan, se detienen, conversan, se ríen y apenas están de espaldas salta el “zorra” o el “perra” muy bajito. Los rencores mayormente se manejan en estos ámbitos, mayormente. Pero cuando hay rencillas entre diferentes géneros la trivialidad absurda de “rencor=amor” (ya que todo esto se aplica para discusiones fuera del ámbito de pareja) se va al tacho con todo y gentileza, claro aquí los puños no se aplican en ningún caso.

 Opinión aparte puedo decir que el hombre que no goce del tacto para saber tratar a una mujer y darle una buena mentada (y por supuesto que hay momentos donde se lo merecen) debe de evitar el insulto y surcar su naturaleza cavernaria para elevar la riña a un grado donde ella no pueda quejarse de un maltrato y donde él se quede satisfecho con las acciones. Éste es el caso donde el varón se tiene que elevar por encima de su rudeza y terminar con toques finos de venganza que no rocen la mariconada ya que la mujer cuando pelea con un varón goza de toda licencia, puede insultar hasta ridiculizar, las armas están de su lado hasta restringir al opuesto con el mítico “eres tan poco hombre para hablarle así a una mujer”, entonces ¿no podemos enfrentarnos nunca a una tipeja que te llegue a los vohues?

Cuando se dé la riña el varón debe guardarse los insultos porque de su  boca salen más crudos y le dan ventaja a la rival, además pocas veces las chicas responden de la misma formas así que los: “¿Qué te crees pendeja?”, “Qué tal concha que te manejas”, “Con esa bocaza me podrías hacer un..”  están eliminados. Si se pretende tener una riña que se entierre en su conciencia hay que ser directo, sincero, sin exagerar, decir las cosas como son sin más ni menos ya que acusar generalizando es perder el tiempo. Cosas como “claro a ti te hablo”, “tú eres a la única que no he visto hacer algo”, “ esa actitud es la que malogró la actividad”, “estoy convencido que todo esto es tu culpa” todo esto sin alzar la voz para que no suene a grito es permitido, te dan la oportunidad denunciar las cosas ahorrando tiempo y además la ventaja por que casi siempre son ellas  las que pierden los papeles después de eso, así frases como “dímelo en mi cara”,porque no viene y me lo dices” se evitan y te dan la sartén por el mango pero hay que tener cuidado porque :  “Así que mi culpa, ¿quién será el que no hace nada?”, “osea yo soy la única culpable” saldrán de inmediato, los encaramientos son directos y casi siempre con gritos, a esto no se debe perder la paciencia y sería conveniente tener argumentos sólidos. Nunca levantarse matonescamente, ni intimidar, ni alzar la voz. Terminar con una sonrisa después de cada argumento aumentará su cólera, cuando esto pase el: “a ver, si no te tranquilizas creo que mejor no continuamos” resultaría bueno. Aunque en este punto uno puede considerar que va ganando, muchas veces estos diálogos manejados con seguridad generarán el último recurso del cual aun no existe, lamentablemente,  fórmula alguna para que el hombre salga ileso: Cuando sonreímos después de la última arremetida, la vemos con las lágrimas asomándose, las amigas abalanzándose (aun si estuvieron de tu parte) y las recriminaciones vuelven y el “poco hombre” del que te salvaste la primera vez te da en el mero pecho. Aquí las situaciones se dividen, mientras algunos no nos inmutamos en lo más mínimo por un llanto producto de saber manejar una situación,  otros desertan y van a pedir disculpas, éstos últimos son los que recibirán las puñaladas de la lacrimosa que ayudada por las amigas aprovechará para descargar su arsenal impotente que te hará sentir muy mal.  Pero si eres de los que prefiere terminar radicalmente un: “cuando te calmes continuamos”  te dará una reputación tenebrosa y una frialdad inimaginable. Suave con esto.

Así pues lo descrito se desplazaría como una salida ante los escabroso que resulta pelear con una mujer, una tarea muy cuidadosa ya que uno nunca sabe con que argumentos pueden devolverte la queja. Todo lo dicho no pasa de ser un manual precario que no te deja listo si no que te informa de posibles escapes, menos aún si encuentras alguna que tenga más argumentos que tú ya que la dinámica es muy diferente cuando una mujer busca discutir.  Como toda pelea el varón debe de ver con quién se mete, una derrota palabrera demora más en sanar que los golpes salvajes que siempre te amistan con chelas. Mucho cuidado.