sábado, 1 de octubre de 2011

“Poco hombre” ( Precaria guía para discutir con una mujer)

Hasta donde he visto (y no he visto mucho) cuando los varones tienen malentendidos, derivan en indirectas muy directas, sin gracias redundantes, con risas socarronas que tocan heridas, con chistes que apuntan a la llaga, conocen el camino hacia sus debilidades y atacan ahí, ridiculizan primero aprovechando las risas para disminuir al otro, atacan intelectualmente con el insulto adecuado, luego las risas se pierden progresivamente, los ojos se encuentran y empiezan los “conchetumadres”.  Muy diferente resulta el trato entre las mujeres que pocas veces deriva en los jalones de pelos. Ellas se orientan más a la hipocresía, más drásticas y calculando las palabras. Mientras los hombres pelean como perros: directo al cuello, la mujeres se tratan con la falsedad y frialdad de los gatos, con el juego más perverso, con la palabra por detrás, atacando la incertidumbre de ser amigas o enemigas. Los varones que se tienen rencor prefieren evitarse, si se cruzan se ignoran o se retan directamente, las mujeres se saludan, se detienen, conversan, se ríen y apenas están de espaldas salta el “zorra” o el “perra” muy bajito. Los rencores mayormente se manejan en estos ámbitos, mayormente. Pero cuando hay rencillas entre diferentes géneros la trivialidad absurda de “rencor=amor” (ya que todo esto se aplica para discusiones fuera del ámbito de pareja) se va al tacho con todo y gentileza, claro aquí los puños no se aplican en ningún caso.

 Opinión aparte puedo decir que el hombre que no goce del tacto para saber tratar a una mujer y darle una buena mentada (y por supuesto que hay momentos donde se lo merecen) debe de evitar el insulto y surcar su naturaleza cavernaria para elevar la riña a un grado donde ella no pueda quejarse de un maltrato y donde él se quede satisfecho con las acciones. Éste es el caso donde el varón se tiene que elevar por encima de su rudeza y terminar con toques finos de venganza que no rocen la mariconada ya que la mujer cuando pelea con un varón goza de toda licencia, puede insultar hasta ridiculizar, las armas están de su lado hasta restringir al opuesto con el mítico “eres tan poco hombre para hablarle así a una mujer”, entonces ¿no podemos enfrentarnos nunca a una tipeja que te llegue a los vohues?

Cuando se dé la riña el varón debe guardarse los insultos porque de su  boca salen más crudos y le dan ventaja a la rival, además pocas veces las chicas responden de la misma formas así que los: “¿Qué te crees pendeja?”, “Qué tal concha que te manejas”, “Con esa bocaza me podrías hacer un..”  están eliminados. Si se pretende tener una riña que se entierre en su conciencia hay que ser directo, sincero, sin exagerar, decir las cosas como son sin más ni menos ya que acusar generalizando es perder el tiempo. Cosas como “claro a ti te hablo”, “tú eres a la única que no he visto hacer algo”, “ esa actitud es la que malogró la actividad”, “estoy convencido que todo esto es tu culpa” todo esto sin alzar la voz para que no suene a grito es permitido, te dan la oportunidad denunciar las cosas ahorrando tiempo y además la ventaja por que casi siempre son ellas  las que pierden los papeles después de eso, así frases como “dímelo en mi cara”,porque no viene y me lo dices” se evitan y te dan la sartén por el mango pero hay que tener cuidado porque :  “Así que mi culpa, ¿quién será el que no hace nada?”, “osea yo soy la única culpable” saldrán de inmediato, los encaramientos son directos y casi siempre con gritos, a esto no se debe perder la paciencia y sería conveniente tener argumentos sólidos. Nunca levantarse matonescamente, ni intimidar, ni alzar la voz. Terminar con una sonrisa después de cada argumento aumentará su cólera, cuando esto pase el: “a ver, si no te tranquilizas creo que mejor no continuamos” resultaría bueno. Aunque en este punto uno puede considerar que va ganando, muchas veces estos diálogos manejados con seguridad generarán el último recurso del cual aun no existe, lamentablemente,  fórmula alguna para que el hombre salga ileso: Cuando sonreímos después de la última arremetida, la vemos con las lágrimas asomándose, las amigas abalanzándose (aun si estuvieron de tu parte) y las recriminaciones vuelven y el “poco hombre” del que te salvaste la primera vez te da en el mero pecho. Aquí las situaciones se dividen, mientras algunos no nos inmutamos en lo más mínimo por un llanto producto de saber manejar una situación,  otros desertan y van a pedir disculpas, éstos últimos son los que recibirán las puñaladas de la lacrimosa que ayudada por las amigas aprovechará para descargar su arsenal impotente que te hará sentir muy mal.  Pero si eres de los que prefiere terminar radicalmente un: “cuando te calmes continuamos”  te dará una reputación tenebrosa y una frialdad inimaginable. Suave con esto.

Así pues lo descrito se desplazaría como una salida ante los escabroso que resulta pelear con una mujer, una tarea muy cuidadosa ya que uno nunca sabe con que argumentos pueden devolverte la queja. Todo lo dicho no pasa de ser un manual precario que no te deja listo si no que te informa de posibles escapes, menos aún si encuentras alguna que tenga más argumentos que tú ya que la dinámica es muy diferente cuando una mujer busca discutir.  Como toda pelea el varón debe de ver con quién se mete, una derrota palabrera demora más en sanar que los golpes salvajes que siempre te amistan con chelas. Mucho cuidado.

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