domingo, 20 de noviembre de 2011

Chucho saltó al río

"Cuando lo miré fijamente ya había saltado de la camioneta, la barda del puente, el viento cortado con su hocico puntiagudo, luego al agua y ahora el perro río abajo flotando, dando patadas, buscando la bolsa, luchando contra el arrastre. Se perdió en dos minutos. Las chicas lloraban, yo creo que el primer minuto hizo la finta y luego se dejó llevar.

Cuando el Chucho mordió al niño, entendimos (él y yo) que iba a morir, el viejo lo iba a matar. El mocoso de mierda lo jodía diario, pobre perro. No servía de nada que ladrara como jauría cuando volvía huasca, que hubiese saltado por la mancha en la pelea con los del Vicente (de la hueva el perro apareció  a mi costado ladrando y asustando) y cuidando la casa de innumerables pirañas con latas de aerosol, no sirvió porque ahora el pequeñín hijo de puta que lo apedreaba y escupía, que venía de noche y orinaba en su casa, que le aventaba su basura de lonchera al plato de comida, que se hacía al huevón  cuando salía mi vieja y cruzaba al otro lado de la calle cuando me veía en la casa, ese crío de urraca que había metido su mano por la verja hasta el plato del perro porque en la bolsa llena de basura que le aventó se había colado su pasaje para volver al nido pajero, había sido mordido con tantas ganas que le pusieron tantos puntos en el brazo como para cerrarle la raya del culo. Ahora el Chucho iba a morir salvajemente de un plomazo de la veintidós de mi viejo.

Así lo llevamos a un último paseo. El chucho atrás en la camioneta conmigo, las chicas adelante con los viejos. Mientras avanzábamos para llegar al río le acariciaba el cogote, le jugaba sin éxito de sacarle un movimiento. El perro sabía y yo sabía eso, puta madre, saber que te matarán, estar feliz sabiéndolo es imposible.

 Pero el Chucho fue más pendejo, siempre supe que había algo mágico en el perro, algo muy humano algo perverso que robó a nuestra naturaleza. Se paró dos segundos después que el carro se detuvo en el puente por el tremendo tráfico, yo también me levanté para ver cuantos autos estaban embotellando el puente, luego un bulto lanzado de un bus, cruzando los autos, una bolsa negra algo grande cayendo al río, un pequeño cuerpo tal vez, quizás una gran bolsa de basura puente abajo y luego el Chucho. Cuando lo miré fijamente ya había saltado de la camioneta, la barda del puente, el viento cortado con su hocico puntiagudo, luego al agua y ahora el perro río abajo flotando, dando patadas, buscando la bolsa, luchando contra el arrastre. Se perdió en dos minutos. Las chicas lloraban, yo creo que el primer minuto hizo la finta y luego se dejó llevar.

El Chucho se perdió entre el río y una bala hambrienta, con una probabilidad y una bolsa incógnita a la que debe su alma. Antes de morir creo haber visto al Chucho acercarse a lamer mis orificios abiertos con el filo de la navaja, mis rojas muñecas, tal vez alucinación, no se porque recordé al Chucho, perro pendejo".

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