lunes, 28 de mayo de 2012

Entrevista a un emprendedor (Sabroso interrogatorio idealista)


(Imagen referencial)
 Ganador del premio TuBuenaEmpresa 2011 y dueño de portadas en revistas como “Empedernido Emprendedor”, tuvimos la suerte de entrevistar a Víctor Mollendo en su paso por la ciudad. Sin más detalles de su vida nos aventuramos a indagar sobre su éxito y sus planes a futuro.

Entrevistador: ¿En qué punto exacto de su vida cree que nació este amor por los negocios?
Víctor Mollendo: En realidad uno de pequeño nunca dice que quiere ser empresario, soñamos con ser bomberos o policías. De pequeño siempre fui muy hábil e ingenioso, vendía mi refrigerio para comprar trompos y me las ingeniaba para que no me descubrieran.

E: Pero ¿En qué momento usted empieza con este maravilloso sueño suyo hecho realidad?
VM: Fue cuando vine a estudiar mecánica. En un momento no supe como pagar las mensualidades del instituto y me tuve que ingeniar para sobrevivir. Empecé vendiendo café y sándwiches de pollo. Como no tenía dinero y no nos dejaban vender cosas dentro del local, me prestaba plata y hacía la comida en la mañana, luego le pagaba a un vecino para que viniera a la salida  y yo llevaba a mis amigos para que le compren. Al principio fue así, luego la gente venía solita. Llegaba a vender setenta panes con sus respectivos cafés en una noche.

E: ¿Nunca supieron que el negocio era suyo?
VM: Si claro, pero tiempo después. Les dije a mis amigos que el chico al que le compraban trabajaba para mí. No me creyeron hasta que los llevé un día a mi cuarto de estudiante y les mostré como hacía todo. Luego quisieron entrar al negocio.
E: ¿Y usted aceptó?
VM: Al principio les dije que no quería asociarme porque al final la carrera era más importante, pero luego tuve la visión de negocio y llamé a solo dos de mis amigos, los que podrían ser mejores para el negocio…
E: O sea los que tenían capital.
VM: (Risas) Si también por eso. Empezamos contratando más gente y poniendo más puestos en colegios y otros institutos. Fue difícil aprender que cosa se vendía mejor en cada lugar pero con el tiempo lo logramos.
E: ¿Jamás sufrió de engaños y traiciones por parte de sus socios o empleados?
VM: Tal vez fue lo que más me pasó. Primero mi vecino, mi vendedor estrella, se alió con la competencia e hizo quedar mal a nuestros productos, mezclaba cosas y nos dio una mala imagen. Me costó dudar de él pero luego de verlo yo mismo supe que no me podía confiar de nadie. Los amigos también en algún momento quisieron salirse, yo sabía que querían ganar  plata solitos, copiándome, así que los dejé ir pero nunca les fue tan bien como conmigo.
  
E: ¿Cuánto ha crecido su negocio desde esas épocas?, ¿Nunca se dedicó a la mecánica?
VM: Ahora ya tenemos siete locales con servicio delivery, trabajamos con más de setenta empleados y hace unas semanas abrimos nuestros dos locales en el interior del país. Tenemos perspectivas de abrir una sucursal en Miami donde hay mucho peruano. Ahora con respecto a la mecánica no la terminé porque sabía que esto (el negocio) tenía futuro, no me enorgullezco de esa decisión pero si hubiese seguido tal vez nada de lo que ve sería real.
E: Y en el amor ¿Nunca se casó?
VM: Sí, una vez pero luego me enteré que fue por interés. Ya sabe que dicen de los que tienen éxito en los negocios. Hijos no tuve porque no me gustan los niños (sonríe).
E: Y con todo ese éxito ¿Qué beneficios  a conseguido para su comunidad?
VM: Bueno, alimentamos con carne de primera a las personas de esta ciudad, muy aparte soy un cristiano devoto y se que nada de esto sería posible sin la ayuda de Dios, hace poco donamos una cruz nueva para la parroquia de San Cleodoro. También damos trabajo a jóvenes trabajadores que quieran empezar una historia como la mía.

E: ¿Siente usted que es un ejemplo a seguir?
VM: No me siento un ejemplo, soy tan humano como cualquiera y me equivoco como tal pero también tengo cualidades que sé que contagio a los que trabajan conmigo.
E: ¿Es usted feliz?
VM: Claro, ver que todo esto empezó de cero y hoy somos una gran familia me da mucha alegría.
E: Si ya es feliz ¿Por qué seguir creciendo? Es decir ¿Por qué buscar la internacionalización? Usted no tiene familia, su futuro está asegurado de por vida.
VM: Porque el conformismo no va conmigo, si siento que puedo seguir adelante porqué no hacerlo. Si siento que esto puede dejar una huella, porqué no dejarla para siempre. No es una cuestión de dinero…
E: ¿Es una cuestión de poder?
VM: Claro que no, está claro que si expando mi progreso también ayudaré a los demás, a mi comunidad.
E: ¿Dando un empleo que de todas maneras usted necesita?
VM: Todos necesitamos de empleos. Usted está trabajando, alguien lo contrató.
E: Mi jefe no dice que hace un bien a la comunidad contratándome. ¿Cuál es su límite?, ¿qué quiere para no seguir avanzando?
VM: Usted no quiere que yo siga avanzando ¿verdad?,  ¡para quién trabaja ah!
E: ¿Usted no tiene límites ?
VM: Mi éxito jamás lo tendrá. No ve que esta criticando una historia digna, un sueño logrado a base de esfuerzo y dedicación.
E: ¿Cuál es su modelo a seguir?, ¿Ayuda realmente a la gente más allá de cruces o empleos?
VM: (Risas sarcásticas) ¿Qué quieres?, ¿Qué regale dinero a la gente? Yo no doy el pescado, yo les enseño a pescar.
E: ¿Cuánto porcentaje del pescado que ellos pescan es para usted?
VM: ¿Cómo? (reflexiona), nadie la tiene fácil, el camino correcto es largo y con tropiezos
E: ¿Usted cree que todos deberían de ser empresarios emprendedores?
VM: ¡Claro que no!, cada uno tiene su vocación.
E: La suya era ser mecánico.
VM: (Más risas) Luego descubrí mi real vocación.
E: ¿La que le daba más dinero?
VM: (Mueve la cabeza de un lado a otro) Usted desconoce todo esto. Eso es inherente al éxito y aun lográndolo hay que mantenerlo.
E: ¿Mediante?
VM: Una buena mano y decisiones correctas que no todos pueden tomar. Tú no podrías dirigir por ejemplo.
E: Claro que no pero ¿Todo eso para ser feliz?
VM: La felicidad no lo es todo además lo que tengo se gana con pulso y luego se mantiene, cada uno tiene distintas formas de felicidad.
E: ¿No parará hasta ser un empresario gigante? De esos que dirigen los destinos ¿verdad?
VM: Qué puede saber usted de lo que quiero. ¡Ya me harté de su comedia! (Se pone de pie) ¡diga de que medio es!
E: ¿Alguna vez fue realmente feliz? ¿La felicidad nunca estuvo en ser bombero o policía? ¿En que me ayuda su progreso a mí? ¿Soy parte de su comunidad verdad?
VM: Vete a la mierda mocoso maricón. (Se va)

El invitado se va dando un tremendo portazo. Está claro que el señor Mollendo es un empedernido emprendedor, jamás se detendrá.

martes, 22 de mayo de 2012

Singular Desfachatez (Post bidireccional)


Yo no quería una historia de amor tipo A, esas que ocurren en las series juveniles, con mucha intriga, bastantes malentendidos, el beso bajo la lluvia después de una gran pelea con harto pop rock que se entona mientras la gente aplaude cuando me abrazaba con ella. Siendo francos yo necesitaba ser rescatado pero no de una depresión vulgar que se acrecentaba con mi instinto de autoexilio. Yo era de los que necesitaba una palmadita, un chiste fresco y una sonrisa que me ayudara a seguir y eso tuve, eso amé y amo.

En realidad, mientras todos andan en la búsqueda del paseo perfecto con el beso adecuado a mitad del puente o entre el estallido de los pirotécnicos, uno aquí presente, solo quería buscar maneras sencillas para el amor complicado. Hoy por hoy solo busco el rompecabezas que pueda armar con ella, no como una metáfora, es decir que hoy buscamos un rompecabezas 3D que armemos mientras tratamos de seguir haciendo de los días la dinámica donde puedo hacerla reír mientras hacemos cosas que solo tienen valor para nosotros.

No se malentienda esto como un testimonio de vida,  ni una terapia de ejemplo. Un simple anecdotario con apreciaciones que siempre me diferencien del resto, nada más. Yo aprecio el amor de chompas y chancletas, el amor de desvergüenzas, los códigos que lejos de ser notorios son claves para el chiste oculto y la broma que solo se queda en nuestra mesa mientras la limonada sigue quieta y mi vida se parte de una risa que levanta, solo a veces, ligeras sospechas. Nada más que eso es la verdad. Aun cuando tengo nombres alternos y describo mis sentimientos con las mismas dos palabras, entiendo y soy feliz de saber que los lugares que pisamos dejan de ser los mismos apenas no estamos en ellos, como si se decoloraran, hundiéndose solos y frígidos cuando nos apartamos llegando a otro que forma parte de una ciudad y de unos recuerdos que necesito solamente como una bitácora que documente que estoy amando en el presente.

Mi forma personal del amar busca, con mucha desfachatez, la singularidad que se encuentra en lo muy singular. Cada quien escribe o ve su historia, la matiza como puede y la dibuja entre aventuras de viajes y fotos como evidencia. La mía se queda entre las líneas, se esboza entre ciertas rayas de las veredas y comidas constantes, la conocen algunos mozos y uno que otro chofer de colectivo. Yo sigo buscando el rompecabezas y la película perfecta sin canchita (por glotón o por tacaño) y me veo dibujando círculos enormes con los mismos pasos por las mismas calles mientras pasa la hora de ir al lugar donde nuestros autos se cruzan para venir y decir cosas que solo a ambos nos importan aunque pierda todo lo dicho en comparación a historias más bellas pero nunca igual al desastre que hago y llamo relación.

Para terminar, cabe resaltar que las historias tipo A se difuminan sin luz, se acaban con el show mediático que termina en aburrimiento. Si acaso  triunfan, viven de los destellos y lo inacabable del papel regalo y las rosas de caja. Ante esto tengo el anecdotario, el guión de una novela para dos televidentes que se quedan quietos en las propagandas mientras ahí afuera sigue todo tan igual como siempre.

domingo, 13 de mayo de 2012

Federico y el Gurú (Corto cuento de antiayuda)


“Corrige tus hábitos, entra en armonía contigo y los demás y serás feliz” le dijo el gurú a Federico que entre tanta sed solo estaba concentrado en chupar un kiwi que el buen anacoreta le entregó apenas lo vio medio muerto entre las rocas de su templo que quedaba en la cima de la montaña más alta del país más pobre. Era extraño porque Federico no había preguntado nada y recibía una respuesta que al parecer le daba el sentido a la vida. Una vez terminó la fruta se paró detrás del gurú que permanecía con el bastón y la larga barba viendo el mundo desde la cima de aquella montaña. Con mucha calma Federico le dijo que no venía para aprender el sentido de la vida y mucho menos la receta para ser feliz. Le explicó que él sabía como serlo pero que no sentía ganas de decirle a la gente como lograrlo y si en algún caso alguien era tan insistente, él simplemente  inventaba fórmulas estúpidas que dejaban al fastidioso satisfecho. Todos los conocidos de Federico lo vieron alcanzar el éxito, tropezar y levantarse, nunca estar triste, tener un emprendimiento absoluto y nunca amedrentarse con nada, vivir en plenitud y jamás cuestionar a la vida porque relativamente el sabía como superar los problemas, ya sea venciéndolos (como en los negocios) o previniéndolos (como en la salud). Había logrado también el amor de una gran mujer que lo ayudaba en cada decisión, que estaba a su lado en cada paso importante y que, sin ir más lejos,  le había aconsejado subir la montaña más alta que se ubicaba en el país más pobre para así poder hacer lo que debía hacer: Escuchar al sabio que ahí vivía y lograr una solución o matarse de una vez por todas porque la vida simplemente no tenía gracia sin dificultades.

El ermitaño solo atinó a decir “Si quieres sentido en tu vida, solamente tienes que bajar al primer pueblo que está en la base de esta montaña y hacer que todos logren ser como tú, cuando sean todos iguales  y estén cansados de que todo les salga bien vengan en grupo y los dejaré lanzarse”

Pasaron veinte años hasta que una mañana una gran muchedumbre subía a la cima dispuesta a terminar con su vida. Al llegar al templo encontraron una túnica en el suelo con un esqueleto que aun contenía rastros de carne encima al lado de un bastón empolvado. Federico era demasiado inteligente como para no entender lo que quería el sabio. Sabía que debía coger el bastón y mandar a cada uno de los que estaban ahí arriba a que bajaran, encontraran un pueblo e hicieran a esa gente feliz y repetir el círculo infinitamente. Federico, en ese instante, tenía el poder de salvar al mundo, de lograr que todos fueran felices hasta el hartazgo, de que en el proceso de aburrirse de la felicidad tendrían momentos memorables y que eso les gustaría como cualquier droga o vicio que a la larga los llevaría a subir la montaña más alta del país más pobre para terminar en la muerte pero  antes de caer tendrían que enseñar a ser felices a otro grupo hasta que se hiciera una costumbre altruista entre los hombres. Si había algo de hermoso en esto, Federico no lo vio. Fue el primero en lanzarse. Esa mañana decenas de puntitos caían desde la montaña más grande en el país más pobre. De lejos no se veía ni su felicidad ni su hartazgo.

martes, 1 de mayo de 2012

Avenidas por donde ya no pasa el amor (Cursi infografía turística)


Concretos y sinceros. El amor ya no pasa por calles llenas de gente. Tu otra parte no está entre la multitud de la Calle Real a la 7pm esperando entre codos y caras. El amor que creemos que pasa sin darnos cuenta no pasa, porque cuando choca con tu brazo no es amor sino pura prisa. El chispazo de la primera mirada disminuye con un semáforo en rojo y se va al diablo cuando empieza el muñequito verde de 40 segundos. El amor no está en los supermercados. Cuando una mano del sexo opuesto se tope con la tuya en el instante que cogías el último Milo entenderás que la caballerosidad solo alimentará al hijo ajeno que carga tu competidor, el inútil “gracias” se perderá cuando su carrito de media  vuelta en la sección lácteos.

El amor no se sienta en las bancas del parque a esperar la charla amena de la literatura barata o poco realista, el físico ahora ya no oculta tu forma de violador interno. Las charlas espontáneas de gente totalmente desconocida no pasa de dos frases si no hay un objetivo común o mucho alcohol en la sangre. El tipo que amó a la chica que daba de comer a las palomas entendió, al final del día, que el amor no espera en bancas de 4 a 6 porque  la chica solitaria quería eso: estar sola. El amor no te va a esperar en las avenidas mientras pasa la lluvia y un paraguas compartido solo generará sospecha de mala intención que otra cosa. El beso bajo la lluvia déjaselos a los enamorados sin gripe o a spidey y Mary Jane.

 El inicio del amor no puede pasar en una defensa contra robo. No esperes vencer a los maleantes y recibir afecto victimario, el pánico no lleva a la calma y las posibilidades de reunión son tan escazas como la victoria. El amor se fugó de las paredes de las casas solitarias y abandonó las casas abandonadas, redundó un momento por la gente rara y se dio cuenta que entre raros el amor no es amor y va más allá. Está sensación ya no ronda por las vías del tren, mucho menos en calles tristes, no va pasar cuando salgas solo los sábados y no se topará contigo cuando te boten ebrio de desamor y alcohol de una chingana cualquiera. Es mucho más probable que el amor este en una torre con cerberos que en la salida de una disco.

Difícil es decir que el amor alguna vez estuvo en los buses o combis, las miradas intercambiadas entre llamada y sencillo solo se pega en el ambiente, se hace humo al bajar, se transforma en los paraderos y cambia con el dial del chofer que antoja tanto como tú desde su retrovisor malsano. Los pasajeros no aman, desean a lo mucho y eso es: cada esquina. El amor no está en las palomas o los gorriones de las seis, no está en las llamadas equivocadas ni en las voces sexys de la casa del amigo. El amor no está en la mesa del restaurant donde come el individuo solo todos los días, las reglas no van a dejar sentarte sin un compromiso al rechazo. El valiente se sienta y entabla algo, vuelve media hora después y entiende porque ese amor fugaz comía solo. El amor no nace de la mirada indiscreta, de la autoconfianza que aplasta la fragilidad de los ojos y las iris. El que aborda sin temor no entiende que el primer síntoma amatorio es el miedo irremediable.

A esta lista se agrega que el amor no está en las alas de tu ave favorita o las máximas de tu mentor espiritual. El amor abandono a muchas religiones y jamás pasó por las iglesias. El amor no es dios y ningún dios puede ser amor. Este bicho no trata de mostrar su plenitud, es su naturaleza ser inmenso y contraponerse a la ubicuidad.

El amor dejó las florerías y cartas cuando apareció el plástico y los mails. El amor se escapó de las guitarras cuando la vulgaridad produjo  más besos que la apertura sincera del alma. El amor se fue de miles de lugares al mismo tiempo que entendía que miles de personas son absurdamente idiotas para amar.

Lo último que entiendo es que el amor regresa por periodos y que sobrevive tal vez en la constancia que no roza la ingenuidad. A veces sobrevuela una discusión acalorada y baja entre enemigos que se odian o amistades que ya no se hablaban. Le gusta posarse sobre el orgullo inquebrantable. Se asoma entre los diversos barrios y utiliza las ocasiones donde uno jamás está preparado. Se hunde entre seres inentendibles mientras que no aparece en miradas y no se instala en corazones. Necesita de tiempo y espacio, de miles de contradicciones, de dudas y me mucho miedo adornado de roces fríos en el espinazo. Necesita de miles de peleas internas y externas siendo un ente de conflicto. Una vez estable el amor abandona el mundo y solo se deja ver por uno mientras prepara el café o dice que irá a la tienda a comprar y vuelve con galletas porque ya no había pan.