Yo no quería una historia de amor
tipo A, esas que ocurren en las series juveniles, con mucha intriga, bastantes
malentendidos, el beso bajo la lluvia después de una gran pelea con harto pop
rock que se entona mientras la gente aplaude cuando me abrazaba con ella.
Siendo francos yo necesitaba ser rescatado pero no de una depresión vulgar que
se acrecentaba con mi instinto de autoexilio. Yo era de los que necesitaba una
palmadita, un chiste fresco y una sonrisa que me ayudara a seguir y eso tuve,
eso amé y amo.
En realidad, mientras todos andan
en la búsqueda del paseo perfecto con el beso adecuado a mitad del puente o
entre el estallido de los pirotécnicos, uno aquí presente, solo quería buscar
maneras sencillas para el amor complicado. Hoy por hoy solo busco el
rompecabezas que pueda armar con ella, no como una metáfora, es decir que hoy
buscamos un rompecabezas 3D que armemos mientras tratamos de seguir haciendo de
los días la dinámica donde puedo hacerla reír mientras hacemos cosas que solo
tienen valor para nosotros.
No se malentienda esto como un
testimonio de vida, ni una terapia de
ejemplo. Un simple anecdotario con apreciaciones que siempre me diferencien del
resto, nada más. Yo aprecio el amor de chompas y chancletas, el amor de
desvergüenzas, los códigos que lejos de ser notorios son claves para el chiste
oculto y la broma que solo se queda en nuestra mesa mientras la limonada sigue
quieta y mi vida se parte de una risa que levanta, solo a veces, ligeras
sospechas. Nada más que eso es la verdad. Aun cuando tengo nombres alternos y
describo mis sentimientos con las mismas dos palabras, entiendo y soy feliz de
saber que los lugares que pisamos dejan de ser los mismos apenas no estamos en
ellos, como si se decoloraran, hundiéndose solos y frígidos cuando nos apartamos
llegando a otro que forma parte de una ciudad y de unos recuerdos que necesito
solamente como una bitácora que documente que estoy amando en el presente.
Mi forma personal del amar busca, con mucha desfachatez, la
singularidad que se encuentra en lo muy singular. Cada quien escribe o ve su
historia, la matiza como puede y la dibuja entre aventuras de viajes y fotos
como evidencia. La mía se queda entre las líneas, se esboza entre ciertas rayas
de las veredas y comidas constantes, la conocen algunos mozos y uno que otro
chofer de colectivo. Yo sigo buscando el rompecabezas y la película perfecta
sin canchita (por glotón o por tacaño) y me veo dibujando círculos enormes con
los mismos pasos por las mismas calles mientras pasa la hora de ir al lugar
donde nuestros autos se cruzan para venir y decir cosas que solo a ambos nos importan
aunque pierda todo lo dicho en comparación a historias más bellas pero nunca
igual al desastre que hago y llamo relación.
Para terminar, cabe resaltar que las historias tipo A se
difuminan sin luz, se acaban con el show mediático que termina en aburrimiento.
Si acaso triunfan, viven de los
destellos y lo inacabable del papel regalo y las rosas de caja. Ante esto tengo
el anecdotario, el guión de una novela para dos televidentes que se quedan
quietos en las propagandas mientras ahí afuera sigue todo tan igual como
siempre.
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