Concretos y sinceros. El amor ya
no pasa por calles llenas de gente. Tu otra parte no está entre la multitud de
la Calle Real a la 7pm esperando entre codos y caras. El amor que creemos que
pasa sin darnos cuenta no pasa, porque cuando choca con tu brazo no es amor sino
pura prisa. El chispazo de la primera mirada disminuye con un semáforo en rojo
y se va al diablo cuando empieza el muñequito verde de 40 segundos. El amor no
está en los supermercados. Cuando una mano del sexo opuesto se tope con la tuya
en el instante que cogías el último Milo entenderás que la caballerosidad solo
alimentará al hijo ajeno que carga tu competidor, el inútil “gracias” se
perderá cuando su carrito de media vuelta
en la sección lácteos.
El amor no se sienta en las
bancas del parque a esperar la charla amena de la literatura barata o poco
realista, el físico ahora ya no oculta tu forma de violador interno. Las
charlas espontáneas de gente totalmente desconocida no pasa de dos frases si no
hay un objetivo común o mucho alcohol en la sangre. El tipo que amó a la chica
que daba de comer a las palomas entendió, al final del día, que el amor no espera en bancas de 4 a 6 porque la chica solitaria quería eso: estar sola. El
amor no te va a esperar en las avenidas mientras pasa la lluvia y un paraguas
compartido solo generará sospecha de mala intención que otra cosa. El beso bajo
la lluvia déjaselos a los enamorados sin gripe o a spidey y Mary Jane.
El inicio del amor no puede pasar en
una defensa contra robo. No esperes vencer a los maleantes y recibir afecto
victimario, el pánico no lleva a la calma y las posibilidades de reunión son
tan escazas como la victoria. El amor se fugó de las paredes de las casas solitarias
y abandonó las casas abandonadas, redundó un momento por la gente rara y se dio
cuenta que entre raros el amor no es amor y va más allá. Está sensación ya no
ronda por las vías del tren, mucho menos en calles tristes, no va pasar cuando
salgas solo los sábados y no se topará contigo cuando te boten ebrio de desamor
y alcohol de una chingana cualquiera. Es mucho más probable que el amor este en
una torre con cerberos que en la salida de una disco.
Difícil es decir que el amor
alguna vez estuvo en los buses o combis, las miradas intercambiadas entre
llamada y sencillo solo se pega en el ambiente, se hace humo al bajar, se
transforma en los paraderos y cambia con el dial del chofer que antoja tanto
como tú desde su retrovisor malsano. Los pasajeros no aman, desean a lo mucho y
eso es: cada esquina. El amor no está en las palomas o los gorriones de las seis,
no está en las llamadas equivocadas ni en las voces sexys de la casa del amigo.
El amor no está en la mesa del restaurant donde come el individuo solo todos
los días, las reglas no van a dejar sentarte sin un compromiso al rechazo. El
valiente se sienta y entabla algo, vuelve media hora después y entiende porque
ese amor fugaz comía solo. El amor no nace de la mirada indiscreta, de la
autoconfianza que aplasta la fragilidad de los ojos y las iris. El que aborda
sin temor no entiende que el primer síntoma amatorio es el miedo
irremediable.
A esta lista se agrega que el
amor no está en las alas de tu ave favorita o las máximas de tu mentor
espiritual. El amor abandono a muchas religiones y jamás pasó por las iglesias.
El amor no es dios y ningún dios puede ser amor. Este bicho no trata de mostrar
su plenitud, es su naturaleza ser inmenso y contraponerse a la ubicuidad.
El amor dejó las florerías y cartas
cuando apareció el plástico y los mails. El amor se escapó de las guitarras
cuando la vulgaridad produjo más besos
que la apertura sincera del alma. El amor se fue de miles de lugares al mismo
tiempo que entendía que miles de personas son absurdamente idiotas para amar.
Lo último que entiendo es que el
amor regresa por periodos y que sobrevive tal vez en la constancia que no roza
la ingenuidad. A veces sobrevuela una discusión acalorada y baja entre enemigos
que se odian o amistades que ya no se hablaban. Le gusta posarse sobre el
orgullo inquebrantable. Se asoma entre los diversos barrios y utiliza las
ocasiones donde uno jamás está preparado. Se hunde entre seres inentendibles mientras que no aparece en miradas y no se instala
en corazones. Necesita de tiempo y espacio, de miles de contradicciones, de
dudas y me mucho miedo adornado de roces fríos en el espinazo. Necesita de
miles de peleas internas y externas siendo un ente de conflicto. Una vez
estable el amor abandona el mundo y solo se deja ver por uno mientras prepara
el café o dice que irá a la tienda a comprar y vuelve con galletas porque ya no
había pan.
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