martes, 1 de mayo de 2012

Avenidas por donde ya no pasa el amor (Cursi infografía turística)


Concretos y sinceros. El amor ya no pasa por calles llenas de gente. Tu otra parte no está entre la multitud de la Calle Real a la 7pm esperando entre codos y caras. El amor que creemos que pasa sin darnos cuenta no pasa, porque cuando choca con tu brazo no es amor sino pura prisa. El chispazo de la primera mirada disminuye con un semáforo en rojo y se va al diablo cuando empieza el muñequito verde de 40 segundos. El amor no está en los supermercados. Cuando una mano del sexo opuesto se tope con la tuya en el instante que cogías el último Milo entenderás que la caballerosidad solo alimentará al hijo ajeno que carga tu competidor, el inútil “gracias” se perderá cuando su carrito de media  vuelta en la sección lácteos.

El amor no se sienta en las bancas del parque a esperar la charla amena de la literatura barata o poco realista, el físico ahora ya no oculta tu forma de violador interno. Las charlas espontáneas de gente totalmente desconocida no pasa de dos frases si no hay un objetivo común o mucho alcohol en la sangre. El tipo que amó a la chica que daba de comer a las palomas entendió, al final del día, que el amor no espera en bancas de 4 a 6 porque  la chica solitaria quería eso: estar sola. El amor no te va a esperar en las avenidas mientras pasa la lluvia y un paraguas compartido solo generará sospecha de mala intención que otra cosa. El beso bajo la lluvia déjaselos a los enamorados sin gripe o a spidey y Mary Jane.

 El inicio del amor no puede pasar en una defensa contra robo. No esperes vencer a los maleantes y recibir afecto victimario, el pánico no lleva a la calma y las posibilidades de reunión son tan escazas como la victoria. El amor se fugó de las paredes de las casas solitarias y abandonó las casas abandonadas, redundó un momento por la gente rara y se dio cuenta que entre raros el amor no es amor y va más allá. Está sensación ya no ronda por las vías del tren, mucho menos en calles tristes, no va pasar cuando salgas solo los sábados y no se topará contigo cuando te boten ebrio de desamor y alcohol de una chingana cualquiera. Es mucho más probable que el amor este en una torre con cerberos que en la salida de una disco.

Difícil es decir que el amor alguna vez estuvo en los buses o combis, las miradas intercambiadas entre llamada y sencillo solo se pega en el ambiente, se hace humo al bajar, se transforma en los paraderos y cambia con el dial del chofer que antoja tanto como tú desde su retrovisor malsano. Los pasajeros no aman, desean a lo mucho y eso es: cada esquina. El amor no está en las palomas o los gorriones de las seis, no está en las llamadas equivocadas ni en las voces sexys de la casa del amigo. El amor no está en la mesa del restaurant donde come el individuo solo todos los días, las reglas no van a dejar sentarte sin un compromiso al rechazo. El valiente se sienta y entabla algo, vuelve media hora después y entiende porque ese amor fugaz comía solo. El amor no nace de la mirada indiscreta, de la autoconfianza que aplasta la fragilidad de los ojos y las iris. El que aborda sin temor no entiende que el primer síntoma amatorio es el miedo irremediable.

A esta lista se agrega que el amor no está en las alas de tu ave favorita o las máximas de tu mentor espiritual. El amor abandono a muchas religiones y jamás pasó por las iglesias. El amor no es dios y ningún dios puede ser amor. Este bicho no trata de mostrar su plenitud, es su naturaleza ser inmenso y contraponerse a la ubicuidad.

El amor dejó las florerías y cartas cuando apareció el plástico y los mails. El amor se escapó de las guitarras cuando la vulgaridad produjo  más besos que la apertura sincera del alma. El amor se fue de miles de lugares al mismo tiempo que entendía que miles de personas son absurdamente idiotas para amar.

Lo último que entiendo es que el amor regresa por periodos y que sobrevive tal vez en la constancia que no roza la ingenuidad. A veces sobrevuela una discusión acalorada y baja entre enemigos que se odian o amistades que ya no se hablaban. Le gusta posarse sobre el orgullo inquebrantable. Se asoma entre los diversos barrios y utiliza las ocasiones donde uno jamás está preparado. Se hunde entre seres inentendibles mientras que no aparece en miradas y no se instala en corazones. Necesita de tiempo y espacio, de miles de contradicciones, de dudas y me mucho miedo adornado de roces fríos en el espinazo. Necesita de miles de peleas internas y externas siendo un ente de conflicto. Una vez estable el amor abandona el mundo y solo se deja ver por uno mientras prepara el café o dice que irá a la tienda a comprar y vuelve con galletas porque ya no había pan.

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