miércoles, 28 de diciembre de 2011

Fin de año, floro nuevo (recetario de promesas y cábalas dudosas)

Acerca de la navidad nada puedo ni podré decir, no la siento como una época de cambio ni transición. Diferente es el año nuevo. Ahí si puedo pensar con calma, decirle chau a mis metas fallidas (todas) y darle la bienvenida a los nuevos proyectos. Así puedo emocionarme por los recientes planes y pasarme horas de horas imaginando qué nuevos pretextos pondré para no cumplir nada y pasar todo por alto el próximo 31 de diciembre.

Cierto va a ser que este 31 a las 11:50 me pondré algo tristón por las cosas que no llegué a hacer, por el alma de las uvas perdidas que entraron en mi boca buscando de alguna forma transformarse en esperanza y que no pasaron del 2 (a lo mucho el 3) de enero en mi cuerpo. En realidad no es que las metas sean difíciles de lograr, solo requieren de una complicidad mágica con azar y la ociosidad que pocas veces toca nuestras camas y nos jala las frazadas, pero no voy a negar que si algo no cumplí fue básicamente por causas que debí de solucionar antes de plantearme las nuevas metas. Es decir si me planteé tener más dinero el 2011 primero tuve que solucionar mi amor insano con los tragamonedas. Solución = plantear cosas chicas que deriven, sin querer queriendo, en algo agradable para uno.

Siguiendo la premisa de arriba no voy  volver a ponerme metas que impliquen una finalidad definida, nada de: “en marzo ya debo tener un millón y en abril el doble…” webadas, ahora será: “si me sale alguna entrevista de chamba sonreiré a la fuerza y no veré al evaluador como un idiota, dejaré las sonrisas malignas y le daré algo de respeto”, en resumen mi primera meta será: más hipocresía.

Dejaré de plantearme plazos que sean contranaturales y atenten contra mi integridad. Olvidarme de promesas como “desde el 2 me levantaré a las seis y hare dos horas de ejercicio” no, no, no. Puede ser:  “desde el 15 me levantaré antes de las 10  hasta fin de mes, si me va bien y no noto problemas mayores seguiré practicando ese mismo deporte”. Segunda meta: compromiso y amor al deporte.

Estúpido el pedir fuerza para estudiar con ganas ya que no hay otra forma de estudiar, mejor pedir suerte y huevos para por fin mandar todo al diablo y hacer lo que realmente apasiona. Tercera meta: Huevos, muuuuchos huevos.

 Puedo así prometerme paciencia a mi mismo y hacia mis costumbres, puntualidad con mis amigos, voluntad para el talento, ganas para hacer post más digeribles y más cosas a las que renunciar por ganar otras que tal vez no sean agradables del todo, al final, de todo lo que pensamos cambiar, más de la mitad son cosas fundamentales, así pues debe haber paradojas en los cambios. Elegiré cuales perder para las 11:55 tal vez.

 De esta forma puedo prometerme cosas relativas, que no me quiebren el corazón a fines del 2012, regalarme por atrasado autocomplacencia que me deje con vida las próximas festividades. Para cerrar, cierto es  que los planes reales los hice sobre la marcha, lo no meditado, el jammin que quería disfrutar. Claro está ver panoramas pero darles un solo camino de llegada también suena medieval. Palabras de un improvisado. Ojalá y no se tome enserio nada aunque las cosas que más amé obtener jamás me las planteé como un reto al final de algún año. Felices 2012. Extraña la idea de escribir para casi nadie. Si por ahí te toco  dale nomás.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Quéjate y verás... (Post para evitar la fatiga)

“Y ustedes cobran lo que les da la gana solo porque la gente de mierda no se queja…” Así encaró el tío cincuentón al cobrador por los 20 céntimos de más en el pasaje. A mi también me jode que hayan subido el pasaje. Para los escolares es jodido también pero, ¡gran sorpresa!, A los universitarios nos dejaron con la china milagrosa (aunque yo pagó completo por no sacarme la foto del carnet a tiempo), tal vez porque tienen miedo a las movilizaciones  que terminarían con unidades incendiadas.

Pero el asunto no se trata del alza del pasaje, del petróleo en ascenso, del PBI o algo  económico. A mi lo me jode es que el tío cincuentón me agrupara en “la gente de mierda que no se queja…”, aunque valgan verdades es cierto pero igual me jode.

Más allá del asunto de valentía o del espíritu de lucha que debe existir para defender nuestros derechos, existe la otra cara del pasivo que prevee. Si yo piteo y me quejo con el cobrador por los 20  céntimos, (como el tío cincuentón hizo  y terminó con mentada de madre del chofer y pasándose varias cuadras por pura maldad choferil), terminaría mal muy mal. En conjunto entre el que cobra y el que maneja, me harían mierda. El cobrador con dos de mis mejores mentadas ya estaría generando insultos de otro calibre, huevadas bizarras que no entendería al instante. Sumado a esto está el clásico “bájate si quieres” del chofer que te habla desde el espejo retrovisor como quién dice “no puedo voltear para cagarte así que por el espejito nomás”. Para pelear con estos tipos hay que tener una labia igual o más afilada, tener ganas de gritar y armar lío y sobre todo que te gusten las derrotas porque al final así te hayas batido con tu gran arsenal de mentadas y amenazas, vas a terminar pagando los 20 céntimos, porque si no te llevan cuadras y cuadras o te bajan a medio camino para subirte a otra unidad y que el mismo show empiece.

El punto no trata de hacer quedar a los tipos que no nos quejamos como cobardes, aunque creo que arriba así parece. Hay una diferencia entre la queja individual y la grupal donde afloramos como matones y a veces (muy contadas) salimos ganando pero en estos casos, donde el timo nos agarra solos, estamos muchas veces jodidos en nuestra soledad. Quizá está también el saber que no se debe armar líos con los tipos equivocados (¿más cobardía?). El caso narrado es un ejemplo, no debo darme de boca a boca con el churre del carro porque igual terminaré pagando para poder bajar, no puedo reclamarle al tío que me vendió el cel en Atahualpa porque pierdo el dinero, el cel, las llaves, el mp3, etc, no debo reclamarle al hortelero hijo de puta que me encausa un caramelo a una luca cuando estoy con mi enamorada en el parque porque algo grave nos puede pasar, no puedo reclamar al que me vendió caballo por res en el mercado porque sería como hablar con el cobrador y peor aun porque este último tiene machete filudito filudito.

Me explicaban que el asunto de reclamar es decirlo todo aunque no consigas que te hagan caso, aunque no te cambien el producto o te devuelvan el dinero. La cuestión era que los desgracias sepan “que no nos pueden agarrar de idiotas”,  algo tal vez cierto o tal vez no, porque para el yin de los que no reclamamos está el yang de los que reclaman todo, los tíos que quieren la pendejada, los que joden a la gente que presta un servicio adecuado, esos que piden doble vaso de jugo de piña por un sol, los que quieren 2 x 1 hasta cuando compran una tele, los opuestos eternos que hacen que la gente que antes brindaba algo justo ahora sean los malandros con el “y que querías por ese precio..” en la boca.

En vez de quejarme (por el carácter y evitarme una renegada fatal) prefiero el no volver nunca más al lugar, así también le hago mala fama con los que hablo porque servicios donde reclamar existen en todos lados: un restaurante, un vendedor, una tienda, un servicio higiénico (donde cobran 50 céntimos por una meadita, qué robo), una tienda de ropa, un puesto de mercado, una vidriería etc.

Tal vez espero el día en que me vuelva asesino y empiece con mi lista de lugares y personas, tal vez espero ese milagroso día mientras posteo todo como un quejón anónimo más. No encuentro con esto una satisfacción pero tampoco la encuentro con agarrarme a gritos, prefiero no joderme el día con la voz de eunuco de un puber cobrador que me pide los putos 20 céntimos demás.

domingo, 4 de diciembre de 2011

El solo

El solo musical es la oportunidad única e inacabable para utilizar la armonía de todas las ondas sonoras como un trampolín o un túnel. Ambas deben conducir a la emoción indicada que acreciente la sensación general y la convierta de una vez, bajo distintos colores, en una pieza cubierta de inmortalidad.

Los solos deben de significar cohesión más allá de virtuosismo. Un solo debe de tener la capacidad de agrupar el todo desde su unicidad y a la vez despojarse de este para brillar. Tiene que ser un ente que se alimente a si mismo y a los demás,  debe ser una especie de dios que abastezca al resto de instrumentos y a la vez hacerse notar de manera armónica y/o melódicamente.  Mientras se destaca debe de liberar a todo el conjunto sonoro, debe de repotenciar las energías y motivar a los músicos tanto como a los oyentes.

Al momento de su ejecución tiene que enlazar al público y cautivar dentro de un estilo ya determinado. La gente que sigue a una banda sabe qué esperar de un músico en especial. No es que lo obligue a sonar como siempre (aunque algunos ineptos esperan que el instrumento suene exactamente como en el disco) solo desean un par de notas encadenadas que desaten el fin definitivo de un pedazo de sus almas. Es fácil identificar un solo memorable de uno que acompaña para matizar un tono de voz o  esconder un virtuosismo pequeño. El acompañar o seguir no puede ir con la naturaleza de una parte incapturable.

Un buen ejecutante, lejos de la teoría y el estilo, entiende a su instrumento y a sus posibilidades con este.  Sabe muy bien que su ejecución es parte fundamental de su yo, de su esencia, la mezcla de sus demonios despiertos. Un solo realizado es una exposición plena del alma, el circuito final, el objetivo de la vida musical, de una carrera ganada al tiempo para lograr un instante donde se logra salir venciendo.

Crudamente, el solista es casi siempre el que mejor ejecuta en términos generales pero no solo por su aplicación es el elegido, también porque  en el proceso de mejora ha sabido encontrar(se) ahí, dentro de sí. El saber tocar va casi siempre acompañado de una exploración mayor aunque no siempre el mejor ejecutante tiene el mejor solo.

También tiene que ver el estado de ánimo o el objetivo final que se quiere alcanzar en una canción. Ya está dicho líneas arriba, que una ejecución brillante no es necesariamente la copia exacta de lo escuchado en el disco. El músico que innove podrá dominar sus ánimos para crear solos diversos, universos con la duración de un rayo,  con la misma emoción o tal vez más,  desgarrantes en una presentación.  


Es muy difícil tener una calidad relativamente equitativa en todas las presentaciones donde se toca un mismo tema, los chispazos de eternidad no escapan siempre pero cuando logran salir se estampan en todos los presentes, se quedan a habitar en un espacio que deja de ser un referente de mortalidad y de lo efímero.









jueves, 1 de diciembre de 2011

Las buenas historias (Anécdota trolleada)

Siempre apetecemos de una protagonizar una buena historia. Algo con autos tal vez, un robo con sacada de vuelta o quizá un hecho insólito entre las galerías de un centro comercial. Soñamos tal vez con salvar a nuestra chica, usando el nuestra por que antes de salvarla no lo era, o recuperar el celular en circunstancias muy extrañas. Queremos que nos sucedan historias dignas, inmortales, quietitas en el tiempo, que exalten nuestras virtudes y capacidades nunca antes notadas y que ahora, gracias al suceso,  por fin salen a la luz.

 No es muy importante que busquemos la acción o nos ocurra de repente, no hay mucha diferencia entre: “Y de pronto el auto se sube a la vereda cerquita de nosotros..” ó “Como eran varios contra ese chibolo tuve que saltar por él …”. El hecho mismo va a llegar al paroxismo cuando el incidente esté a metros o centímetros tuyos y aprovecharás al máximo el flash con el que tu mente a inmortalizado el recuerdo aunque no necesariamente sea de esa manera como lo termines contando. Por ejemplo el choque de un bus contra una combi que oímos (por que ni siquiera lo pudimos ver) se convierte automáticamente en un evento que nos marcó ya que estábamos justo al lado del chofer y nos salvamos usando al churre como escudo humano. Cosas así cada vez que algo ocurre.
  
Necesitamos de historias porque captamos atención y un cierto respeto aunque hay momentos en que una espectacular narración se vuelve contra nosotros: “… el perro venía y este maricón que se echa a correr y yo me quedé quieto. Para cuando le di la patada en el hocico este marica ya taba a dos cuadras”,  historia donde claramente uno es el marica sólo por nuestra pequeña fobia a los chihuahuas.

Las historias de vida son otras variantes. Dejó en claro que los hechos milagrosos y las recuperaciones incuestionables se las dejamos a mérito propio de los pastores brasileiros sanatodo. Hablo específicamente de historias que nos toman años, donde a veces tuvimos que comer una vez al día o no comer, donde hubo trabajos horribles y otros peores, donde la calle se volvió amiga y los horteleros nuestros confidentes. Este tipo de historias son las que nos arrancan lágrimas y  las que más nos gusta contar por su carga de valor ya que exalta lo que se dijo líneas arriba.

Variantes como la anécdota graciosa con el bebe que aspiró Baygón o el gatito que se quedó atrapado mientras hacían las columnas de la casa son extensas. Las historias dignas de contar tienen más valor al haber salido de la casualidad, son más graciosas o impactantes. De una u otra forma queremos siempre estar en ese instante de tiempo para poder ver el robo o el incendio, claro que lo lamentamos cuando es nuestra casa la robada o incendiada. De ambos lados hay una buena historia que contar para años posteriores.

Tal vez un punto a parte son las historias preciosas que nunca se llegan ser contadas, esas historias donde los protagonistas murieron, gente que presenció los segundos previos a la muerte. Historias donde lo que sobrevive son los rumores, fragmentos que generan las leyendas urbanas donde se inmortalizan nombres, que terminan siendo buenas historias, alteradas, pero muy buenas.

También está arte de narrar las buenas historias que son diferentes a contar chismes o decir chistes melcochitescos. No necesariamente cuando contamos algo dejamos lo mejor para el final, casi siempre venimos gritando el gran desenlace con las emociones mezcladas. Ya sea una historia narrada con odio por un atraco o con pena por un accidente la mayoría de las veces tendemos a sazonar bien nuestro suceso para que llegue sabrosón a los oídos del otro siempre respetando la regla de exaltar nuestros grandes dotes de protagonista.
  
Pero ya sea exagerando o no, diciendo la pura verdad o la mítica mentira, hablando de la gracia del perrito o de la fiesta con sacada de mierda, usando o no los  condimentos especiales dentro de lo que contamos, es nuestra propia vida que las necesita de estas buenas historias. Lo soso de una semana puede redimirse gracias a una buena historia de la que fuimos parte o de la que quisimos ser. Mucho más allá de recordarla como realmente paso o contarla con la inalterable veracidad, es necesario que nuestra mente se autosatisfaga para darle ese valor agregado a los días, esa marca en tu expediente de calle, un pedazo de juego de aventura al tetris de tu vida. Las buenas historias seguirán chocándonos o pasando de lado y aun así las seguiremos contando como sólo nosotros lo sabemos hacer.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Chucho saltó al río

"Cuando lo miré fijamente ya había saltado de la camioneta, la barda del puente, el viento cortado con su hocico puntiagudo, luego al agua y ahora el perro río abajo flotando, dando patadas, buscando la bolsa, luchando contra el arrastre. Se perdió en dos minutos. Las chicas lloraban, yo creo que el primer minuto hizo la finta y luego se dejó llevar.

Cuando el Chucho mordió al niño, entendimos (él y yo) que iba a morir, el viejo lo iba a matar. El mocoso de mierda lo jodía diario, pobre perro. No servía de nada que ladrara como jauría cuando volvía huasca, que hubiese saltado por la mancha en la pelea con los del Vicente (de la hueva el perro apareció  a mi costado ladrando y asustando) y cuidando la casa de innumerables pirañas con latas de aerosol, no sirvió porque ahora el pequeñín hijo de puta que lo apedreaba y escupía, que venía de noche y orinaba en su casa, que le aventaba su basura de lonchera al plato de comida, que se hacía al huevón  cuando salía mi vieja y cruzaba al otro lado de la calle cuando me veía en la casa, ese crío de urraca que había metido su mano por la verja hasta el plato del perro porque en la bolsa llena de basura que le aventó se había colado su pasaje para volver al nido pajero, había sido mordido con tantas ganas que le pusieron tantos puntos en el brazo como para cerrarle la raya del culo. Ahora el Chucho iba a morir salvajemente de un plomazo de la veintidós de mi viejo.

Así lo llevamos a un último paseo. El chucho atrás en la camioneta conmigo, las chicas adelante con los viejos. Mientras avanzábamos para llegar al río le acariciaba el cogote, le jugaba sin éxito de sacarle un movimiento. El perro sabía y yo sabía eso, puta madre, saber que te matarán, estar feliz sabiéndolo es imposible.

 Pero el Chucho fue más pendejo, siempre supe que había algo mágico en el perro, algo muy humano algo perverso que robó a nuestra naturaleza. Se paró dos segundos después que el carro se detuvo en el puente por el tremendo tráfico, yo también me levanté para ver cuantos autos estaban embotellando el puente, luego un bulto lanzado de un bus, cruzando los autos, una bolsa negra algo grande cayendo al río, un pequeño cuerpo tal vez, quizás una gran bolsa de basura puente abajo y luego el Chucho. Cuando lo miré fijamente ya había saltado de la camioneta, la barda del puente, el viento cortado con su hocico puntiagudo, luego al agua y ahora el perro río abajo flotando, dando patadas, buscando la bolsa, luchando contra el arrastre. Se perdió en dos minutos. Las chicas lloraban, yo creo que el primer minuto hizo la finta y luego se dejó llevar.

El Chucho se perdió entre el río y una bala hambrienta, con una probabilidad y una bolsa incógnita a la que debe su alma. Antes de morir creo haber visto al Chucho acercarse a lamer mis orificios abiertos con el filo de la navaja, mis rojas muñecas, tal vez alucinación, no se porque recordé al Chucho, perro pendejo".

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ya vuelvo voy a la U (triste canción de amor)


Realmente no deseo ir, no es cuestión de apetitos intelectuales (que dejaron de existir en ese lugar), tampoco es que tengo cosas más importantes que hacer (que sí las tengo), no deseo acercarme a ese sitio, ahí el conocer se ha amoldado a ciertos estándares, ha muerto y para  concha ha matado toda expectativa con respecto a mi afán. A penas dos meses para terminar el camino de tierra que se hizo inmenso por lo ridículo de varias materias a cargo de mediocres ególatras sobredimensionados y el desperdicio de cátedras interesantes  por los mismos mediocres ególatras sobredimensionados, hoy siento que si he entendido razones varias es por el propia ansía y el haberme topado con seres interesantes que no llegan ni a cinco.

Si es cierto que tengo una indignación gigantesca que acompaña a este desgano de no querer ir también  es cierto que ha habido días en los que discutiendo entendí lo complejo de todo ese delirio del escribir, de la música y del Dale Nomás pero ahora se han ido, sin melancolía alguna, sin recuerdos ni vistas para atrás, se han largado los contados momentos y  no los extraño porque se supone que esas razones debían ser pan de cada día, existir siempre para enamorarme eternamente, ahora sólo odio toda comparación y superioridad evidente de las reuniones hacia mi conocimiento propio.

Tengo que acortarme, hacer esto más pequeño por que la obligación hace tiempo dejó de ser necesidad (tal vez tres semestres lo fueron) y terminar desde un punto muy similar a otros, muy parecido a los demás, una equidad asquienta. Punto final para todo este sopor y desidia que me harán coger la mochila con el cuaderno que no cambia desde hace dos años, donde sólo apunté cosas putamadrezcas de ciertos docentes ahora a salvo en otros lugares o sobreviviendo en el muladar o transformados por completo en parte de la piara. Cuaderno (uno solo) donde están chizpasos de luz que me segaron y que comparten espacio con morfologías baratas y con apreciaciones tan subjetivas, de dudosa procedencia y con fecha caduca. Si algo de bueno hay en haber subido a esas combis por cinco años es el camino tan desigual entre su ventana y la carretera pero da igual ahora a lavarme los dientes y volver para escuchar y cogerle la mano a ella mientras nos aburrimos lenta y mortalmente.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Yo, el ocioso (Demanda penal a las moscas de mi casa ((el origen del Talento sin voluntad)))

 De chico mataba moscas de diversos modos: con periódicos enrollados, con periódicos extendidos, con agua comprimida en rociadores para pelo, con pedazos de elásticos adornados con una puntería de la puta madre, con un suelazo rápido a las que estaban en plena procreación, casi nunca con el matamoscas; creando una disciplina en las vacaciones escolares, empecé y me gustó bastante. Al inicio darles solo cuando estaban en las paredes, luego a las descuidadas que estaban en el suelo las sorprendía con la furia de un periódico extendido que las aplastaba, más tarde bateaba a las chirrirrincas en pleno vuelo y aprendía por ejemplo que solo las hembras tienen sangre y los machos tripas blancas, luego  contar cadáveres, decenas, centenas, tal vez maté,  hasta mil moscas en mi vida y luego de cada asalto, siendo un asesino confeso, la voz alternada entre mi madre y mi abuela: “sigue matando moscas, ¡ te vas a volver ocioso!”. Después era ignorar y creo que ese fue mi error, obviar las creencias que tomo más enserio cada día. Esos días de vacaciones quedaron, esa técnica perfeccionada de manera asquerosa, esa época donde me cagué la vida:  Ahora soy un ocioso de mierda.

Desidia general que empieza y se justifica en abrir otra página o ir sin querer al baño. La vagancia derrochada en cada plan es como llenar el escritorio de cosas a propósito justo antes de hacer lo que se debe y eso literalmente se aplica en cada escritorio de mi vida: el virtual lleno de páginas guardadas en el Chrome por defecto, con autoejecutables que bajan información que se traduce en juegos de consola vetustamente nueva, lleno de íconos que me impiden llegar al acceso del Word que cada día uso menos, iconos puestos a propósito o de forma subordinada al acto mismo de querer hacer algo, así también el escritorio físico a mi derecha lleno de hojas reimprimibles, de cajones abiertos que vomitan más hojas, usado como posavasos y posatazas con manchas de café y polvo de plumero jubilado, usado como sostenedor de amplificadores, descanso de libros que debo de leer pero que no son mi prioridad porque los que quiero leer de inmediato están al costado de mi cama y están ahí puestos porque los leeré echado antes de dormir con la doble intención de leerlos de a poco y sabiendo que leo mucho menos al estar acostado usando siempre la mano para quitarles el polvo y darles la vigencia que mi ociosa preocupación les quita. Maldito sabotaje suicida, yo me mutilo los planes, me pongo piedras entretenidas, me doy plazos más largos, me postergo con el refugio de la edad sabiendo que esta puta cifra no es garantía con cada día pasado, hipoteco mi valor por algo de tiempo  que uso para seguir haciendo nada.

Aun con esos chispazos de lucidez, de orden corta, alegre y firme por fuera, donde veo todo el imaginario a la larga, donde cada día lo alcanzo siendo más viejo, aun con esos chispazos que duran un día o menos, que nunca terminan en costumbre, que siempre se olvidan entre el cronograma de mi sueño de doce horas y mis clases de antes de las dos, aun con esos cortos momentos de “ganas puras” siempre me tumbo, me acuesto o voy por una naranja, tan solo al rato, después de leer solo diez hojas de las setecientas, luego de sacar dos míseros acordes, eso es todo el poder de su efecto, esa chispa de bengala “Mariposa”, esa herencia de insecto. Luego me siento cumplido, con metas más cortas que su duración misma, así justifico mi enorme privilegio, el autodenominado talento, la sorna y la petulancia mental que solo sale a solas, así y solo eso justifica la poca voluntad, el génesis  de la misérrima voluntad con el poco talento de almohadas sucias, así se escribe el origen del talento sin voluntad.


Y de inmediato respondo esas frases de sistematización, de orden conceptual, de papelitos en las paredes recordando mis quehaceres. Y otra vez la mofa en mi cabeza, la risa visible pero aguantada y decir “no necesito que me recuerden qué debo hacer, se bien qué pretendo” y en momentos pagaría por un buen plato de ganas eternas con wantanes. Mis propósitos están empapelados, los lustro cada día dentro de mi mente, se bañan cuando lo hace mi cuerpo, están en constante movimiento, solo que la desidia no los deja  materializarse, la ociosidad, pereza, inacción, apatía, la enumeración misma de excusas subliminales, excusas que traduzco como las clases que no necesito, el espacio del cuarto que no tengo, la privacidad a la que estoy privado, el tiempo que se cruza con mis ideas, la noche porque es muy corta, el día porque estoy ocupado, el frío porque me congela los pies al escribir, el calor porque me hace ir fuera, la bulla que no me deja concentrar, el silencio porque perturba, la música del reproductor, el video que está cargando, la ropa amontonada, la cama destendida, el desorden o el orden mismo que yo no puedo tener. Frustrante saber cual es el futuro de uno y no ponerle los huevos para que llegue antes o justo a tiempo.

Al principio, cuando algo aplazaba, solo pensaba en que lo soñado tan solo  demoraría un día o dos (lo que durara el aplazo) y ahora los días juntados me hacen dudar ya de la realización del mismo, de mi vejez prematura, de mis dos dígitos en aumento, de mis días y mi carbono14 acumulado.

Y ahora, momentos como este donde todo ha explotado, donde harto de mi inacción salté de la hora de dormir fija y viene a teclear venciendo (solo por un momento) al vago que me decía duerme, que me justificaba por las pequeñas labores de hoy, que he mandado a matar por el hecho de saberme algo muy efímero, son estos momentos los que las moscas me arrebataron, que maquillan mi excusa última, mi patetismo en aumento. Vencedor me siento de la noche, solo de ésta, de las dos del reloj, de mi desgano derrotado que mañana me hará despertar a las once y creará mi siguiente excusa.

sábado, 29 de octubre de 2011

“Yo Artista” (Defensa + Collage de ideas + Promesa aparente con tintes de juramento)

Estando en  el  campo de formas, sonidos, letras, etc.,  pensamos que no debemos dar razones de lo que hacemos pero a veces las ganas de explicar tientan al  instruido  como al menos indicado para hablar como en este caso.

“Tengo plena certeza al argumentar esto no sólo para que el instinto lógico de los que juzgan pueda quedar satisfecho y en este caso deseo dejar establecido que quiero ser, desde el cliché más antiguo, artista, no porque pretenda obtener regalías ni porque el corazón me lo dice, no puedo demostrar que lo subjetivo sea parte de mi defensa, yo hago lo que hago no por destino o fatalidad, ni por una fuerte carga emotiva que me haya marcado en hecho anteriores y que se buscará para encontrar el inicio de mi fiebre pasajera como ha de ser llamado, hago lo que deseo porque no encuentro otro medio para entender las cosas, esta es mi excusa tan similar a tantas pero mi desventaja existe desde el propio hecho de querer entender el  “expresarse”.

Creo ser catalogado desde ya, dentro del grupo sobrepoblado de los autodenominados poseedores de arte, no tengo herramientas certeras para quitar esa imagen de la mente del lector, yo también exploté por escuchar las justificaciones de gente que cree que puede llevar su talento junto con su profesionalidad o de lo netamente comercial que se erige como forma artística. Estoy involucrado pero creo estar adelantado a esa desgracia no por figurarme hasta el final de la vida haciendo lo que deseo hacer, cualquiera que desee ser cantante, pintor, escritor o músico puede soñarse haciendo lo que ama hasta sus últimos días, por el contrario pretendo, como muchos lograron, entregar los años más fuertes y de más libertad al reconocimiento  de mi identidad dentro del arte, así sé que en estos tiempos que vienen y en muchos de los que vendrán, lo más seguro es que no goce de aplauso alguno o entendimiento de mis causas hasta pasado mucho y si es que  recibiera reconocimiento nimio estoy seguro que para ese día ya estarán dibujadas mis  primeras márgenes en la frente. Estoy dispuesto a gastar la juventud, invertirla sin tener la certeza de lograr provecho alguno no para encontrarme dentro del arte si no para asegurarme que pertenezco a ese lugar desde siempre.

No deseo ese sector que asegura el panorama mundial de lo bello o goza de lo popular de una imagen o poseedora de gigantes impulsadores, mi apego va más por ese grupo de artistas a los que no se les ubica en direcciones fijas, eso que difícilmente dan el mejor regalo de navidad, aquellos a los que las aseguradoras no les tocan las puertas y de los que se les hace imposible entender  ese sistema de ascensos que tanto mortifican al resto, aquellos  que  palabras como “sueldo” y “crédito” no pueden acompañarlos en una oración seguida.

 Mis motivos son lógicos por completo, nada de corazón, sentimientos, alma o profundidad, yo dibujo mi vida de esta forma porque lo que hago es lo mejor que se hacer no habiendo mucha distancia  con cualquier  profesión certificada solo tal vez que a mi parecer el único que puede colocar sus credenciales en una pared es el artista mismo del pincel. Ahora un hecho es no ser lógico y otro diferente que lo que diga suene desconcertante. La expresión que de mí salga así como mi lenguaje no carecerá de razón ni será subjetiva hasta los diáfano, serán palabras que me encasillarán dentro de ese grupo que creen que pertenecen a los de los “artistas” con comillas. Así si de diferencias hablamos, la básica radica en el entendimiento, no nos entenderemos no porque no quiera si no porque hasta un punto esa marginación brindada al que desea ser artista es un indicador que mide la lealtad propia que uno se puede tener.“

  
La defensa del artista nace desde que defiende su elección misma frente a los padres, profesores, profesionales y el entorno en general, lo expresado trata de resumir una declaración desde un punto de vista fijo, la verdad del camino artístico está sujeta a demasiadas perspectivas pero en todas existen las trabas mismas de hacer algo que a casi todos les parecen eventualidades pasajeras y lastimosamente muchas veces tienen razón.

lunes, 17 de octubre de 2011

¿Por qué fumas? (Penosa defensa de una costumbre)

Ni del que se abstiene ni del dependiente, hablemos del fumador promedio, el del puchito en el parque.

 Porque me he enfermado al escuchar, cuando ya fumaba, a los que no lo hacían. Me enfermaba porque al oír su preguntita ¿Por qué fumas?, sabía que aun dando la respuesta mas putamadrezca de la tierra, todo lo que les dijera sonaría a tontería, así harían notar la cara que uno pone cuando juzga como diciéndome: “de chiquito yo decía que no fumaría y adivina qué…no lo hago”.   Es cierto, no hay respuesta buena pero hay respuesta tonta y común: “porque me relaja”.  Para concha yo también preguntaba: “¿porqué fumas?” y me burlaba cuando me decían lo de la relajación pero cuando empecé a fumar también respondía que relajaba aunque al mismo tiempo escondía que me hacía temblar después de diez pitadas, que me quitaba el calor del cuerpo, que me enfriaba las manos, que me hacía antojar licor y que también me ponía triste. Entonces si tú no fumas me vas a preguntar ¿y por qué carajo lo haces? Y no diré nada, porque según la lógica a los vicios nada los justifica, porque el hecho de hacerlo me hace perder en ese campo moral que ciertos manejan muy bien. Pero si se está pensando que debe existir algo que escapa a mi incapacidad de responder, claro que algo hay: mi (el) fumar no tiene que ver con la relajación ni con el que no ha fumado nunca.

El fumar no te enamora por más que te invada con publicidad y campañas millonarias. La primera pitada que uno da es amarga, atora, hace toser, es de esas cosas que uno sabe que hacen daño al primer contacto, no es como el licor donde un poco puede actuar de inmediato, la primera pitada solo genera asco y nada más. Cómo justifique cada fumador su segundo jalón de tabaco no tendrá nada que ver con su rica textura y su fuerte sabor, la segunda pitada está ligada a la copia, revancha, aceptación, moda, ya que así nace, el fumar es hija de la monería. Aunque con el tiempo la hija de mona se hace querer ya que el fumar en soledad existe.

El comprar cigarrillos por unidad podría reflejar falta de solvencia pero nunca un vicio latente. Se dijo ya que nada tiene que ver el adicto aquí.  Los cigarrillos eventuales no se basan en la necesidad única de fumar, se vinculan con diversas situaciones que se aunarán mientras el cartucho se consume porque si hay algo más que reprochar en el hecho es que ciertas actividades se enlazan al cigarrillo hasta formar la costumbre. Reproche para algunos y necesidad verdadera para otros. Ahora también poner al cigarro sólo como excusa para hacer otros quehaceres sería menospreciar el afecto que el intoxicante se gana, porque hay un afecto latente para que el fumar en soledad se pueda justificar.

El ¿Por qué fumas? es solo el penoso relato de una pregunta sin respuesta satisfactoria, el fumar se va a juntar  más con determinadas situaciones que con los efectos que causa dentro de uno, si a alguien le fascina el sabor a humo y el olor en los dedos pues adivinaremos un final seguro. El placer de fumar un solo cigarrillo no va con los efectos de otro mundo que se experimenten, la costumbre de prender un pucho en la calle, en el cuarto, mientras llueve (nunca mientras solea), no radicará en su extremo afán de novedad. Con el tiempo el cigarro tanto como el fumar se vuelven aceptables al paladar, digeribles, nunca sabrosos, producen ciertos vaivenes que suelen combinar hermosamente cuando se habla con sinceridad, esas fantasmales hilachas que salen cuando hablas de un buen libro o escuchas un tema que debería poner en pausa al mundo, hacen que el placer de defender al cigarrillo exista, no es algo bueno ni malo lo que se defiende, se trata de salvaguardar al mejor complemento de la lluvia mientras uno está tras un cristal, al eterno pase del pucho entre los amigos sin sentir el asco de sus bocas, se defiende al que termina de enmarcar una historia que no era buena ni mala, solo poco aceptada socialmente por el hecho que el humo de mi cigarrillo aun se huele mientras la cuento.

No es de descripción fácil redactar justificaciones para el fumar, cualquier afán de argumentos tangibles y poderosos no existirá, la defensa no es mediática solo porque apela a mis recuerdos y necesidades de tener presente al humeante cilindro, así el hecho de prender un cigarrillo seguirá siendo símbolo de miedo para los niños y aunque se respete la actividad no habrá justificantes no  personales y subjetivos. Razones para fumar existen pero son tan singulares que no se pueden unir en una demanda de aceptación general. Es por eso que la causa del defender la razón del fumar está perdida pero al fin el fumador seguirá existiendo aun sin tener la respuesta al cada día más jodido ¿Por qué fumas?


lunes, 10 de octubre de 2011

La buena música (monólogo ineficaz)

La buena música no responde al orden lógico que se dicta en los lugares más comunes de la radio, lo bueno no lo genera el grupo de amigos o el grupo de personas que quieres conocer porque creen que escuchan lo bueno.  Las buenas canciones no responden a géneros en apogeo o en decadencia, de las buenas canciones muchas son escuchadas y cientos perecen en el olvido de una mente desgranada por el Alzheimer.  De lo bueno que el mundo escuchó yacen restos como monumentos, de lo que suena en la actualidad la mitad de receptores dicen que es basura y la otra mitad dice que los otros lo son. La buena música no está sólo en lo desconocido así como tampoco lo está en lo comercial, los buenos músicos no solo son ingleses los malos también lo son, la verdad de un ritmo yace en sus raíces así como en sus fusiones. La buena música nace sin fines de lucro pero no está exenta de generar ganancias, los músicos que detestan lo comercial olvidan que ningún sonido es no comercial, la buena música crece entre el odio de lo conocido y el miedo por conocer. La gente consume música y la tilda de buena o mala de acuerdo al parámetro que rige su vida en un momento determinado y si la música es vista así pierde su carácter de arte y se vuelve ciencia. Los fans aman a un sonido asociado a una figura mientras que los músicos quieren crear sonidos que se parezcan a ellos. El circuito de la música se mueve de acuerdo a demandas que son autoformadas: se piden a ellos mismos, y  cuando un fenómeno se les escapa es donde nace una nueva era, la nueva buena música es producto del subestimar.

 La buena música es calculada así como impredecible, los buenos oyentes no siempre escuchan buena música, así, la conducta del oír no tiene nada que ver con lo que se oye. Los seres prefabricados hacen música que se considera buena para cierto sector, esa palabra es fija: sector, entonces la buena música también se mueve entre sectores pero nunca se queda en uno solo. La música mala es solo otro nombre para lo poco ingenioso aunque la buena música nazca de repeticiones que tuvieron el privilegio de venir antes que alguien la repita. Al inverso el músico malo es aquel que no puede hacer nada nuevo con los sonidos que existen, la música que produce no es mala, como se dijo, no es innovadora nada más. La música que suene bien siendo una copia no es buena música solo es eso: la copia, aquel que llegue a estados únicos con lo repetido genera duda sobre su propio estado. La música tranquila no es sinónima de buena así como la catártica no simboliza poder absoluto dentro de lo musical. Los estándares para juzgar la música son inexistentes, lo que puede juzgarse como bueno sigue moviéndose en indicadores de ánimo y durabilidad. La vigencia, dentro de todas las bocas especialistas, es sinónimo de buena música aparentemente. La música que uno hace evoluciona con el tiempo y nunca al revés, la música que hace uno no puede empeorar, los músicos que aman sus primeras canciones solo reflejan su quietud no su retroceso. La buena música no crea buenos músicos solo buenos oyentes mientras que la música que no nos gusta nos brinda visiones sobre lo que no queremos ser. La buena música no es solo es bella también es sublime. Las buenas canciones no siempre generan buena música, la buena música genera un estado de ánimo completo, absoluto y autosuficiente, la música que no lo es simplemente se filtra por nuestros oídos. La buena música no siempre  depende de la voluntad que uno le otorgue para dejarla ser. 

La buena música no nos lleva a un estado inalterable, nos obliga a mantener el que llevamos en ese momento y es catalogada como buena porque crea. La buena música escapa de categorías y especulaciones es un arte más y único a la vez, sólo se mueve entre murmullos y huevadas que no la definen nunca como esto.

sábado, 1 de octubre de 2011

“Poco hombre” ( Precaria guía para discutir con una mujer)

Hasta donde he visto (y no he visto mucho) cuando los varones tienen malentendidos, derivan en indirectas muy directas, sin gracias redundantes, con risas socarronas que tocan heridas, con chistes que apuntan a la llaga, conocen el camino hacia sus debilidades y atacan ahí, ridiculizan primero aprovechando las risas para disminuir al otro, atacan intelectualmente con el insulto adecuado, luego las risas se pierden progresivamente, los ojos se encuentran y empiezan los “conchetumadres”.  Muy diferente resulta el trato entre las mujeres que pocas veces deriva en los jalones de pelos. Ellas se orientan más a la hipocresía, más drásticas y calculando las palabras. Mientras los hombres pelean como perros: directo al cuello, la mujeres se tratan con la falsedad y frialdad de los gatos, con el juego más perverso, con la palabra por detrás, atacando la incertidumbre de ser amigas o enemigas. Los varones que se tienen rencor prefieren evitarse, si se cruzan se ignoran o se retan directamente, las mujeres se saludan, se detienen, conversan, se ríen y apenas están de espaldas salta el “zorra” o el “perra” muy bajito. Los rencores mayormente se manejan en estos ámbitos, mayormente. Pero cuando hay rencillas entre diferentes géneros la trivialidad absurda de “rencor=amor” (ya que todo esto se aplica para discusiones fuera del ámbito de pareja) se va al tacho con todo y gentileza, claro aquí los puños no se aplican en ningún caso.

 Opinión aparte puedo decir que el hombre que no goce del tacto para saber tratar a una mujer y darle una buena mentada (y por supuesto que hay momentos donde se lo merecen) debe de evitar el insulto y surcar su naturaleza cavernaria para elevar la riña a un grado donde ella no pueda quejarse de un maltrato y donde él se quede satisfecho con las acciones. Éste es el caso donde el varón se tiene que elevar por encima de su rudeza y terminar con toques finos de venganza que no rocen la mariconada ya que la mujer cuando pelea con un varón goza de toda licencia, puede insultar hasta ridiculizar, las armas están de su lado hasta restringir al opuesto con el mítico “eres tan poco hombre para hablarle así a una mujer”, entonces ¿no podemos enfrentarnos nunca a una tipeja que te llegue a los vohues?

Cuando se dé la riña el varón debe guardarse los insultos porque de su  boca salen más crudos y le dan ventaja a la rival, además pocas veces las chicas responden de la misma formas así que los: “¿Qué te crees pendeja?”, “Qué tal concha que te manejas”, “Con esa bocaza me podrías hacer un..”  están eliminados. Si se pretende tener una riña que se entierre en su conciencia hay que ser directo, sincero, sin exagerar, decir las cosas como son sin más ni menos ya que acusar generalizando es perder el tiempo. Cosas como “claro a ti te hablo”, “tú eres a la única que no he visto hacer algo”, “ esa actitud es la que malogró la actividad”, “estoy convencido que todo esto es tu culpa” todo esto sin alzar la voz para que no suene a grito es permitido, te dan la oportunidad denunciar las cosas ahorrando tiempo y además la ventaja por que casi siempre son ellas  las que pierden los papeles después de eso, así frases como “dímelo en mi cara”,porque no viene y me lo dices” se evitan y te dan la sartén por el mango pero hay que tener cuidado porque :  “Así que mi culpa, ¿quién será el que no hace nada?”, “osea yo soy la única culpable” saldrán de inmediato, los encaramientos son directos y casi siempre con gritos, a esto no se debe perder la paciencia y sería conveniente tener argumentos sólidos. Nunca levantarse matonescamente, ni intimidar, ni alzar la voz. Terminar con una sonrisa después de cada argumento aumentará su cólera, cuando esto pase el: “a ver, si no te tranquilizas creo que mejor no continuamos” resultaría bueno. Aunque en este punto uno puede considerar que va ganando, muchas veces estos diálogos manejados con seguridad generarán el último recurso del cual aun no existe, lamentablemente,  fórmula alguna para que el hombre salga ileso: Cuando sonreímos después de la última arremetida, la vemos con las lágrimas asomándose, las amigas abalanzándose (aun si estuvieron de tu parte) y las recriminaciones vuelven y el “poco hombre” del que te salvaste la primera vez te da en el mero pecho. Aquí las situaciones se dividen, mientras algunos no nos inmutamos en lo más mínimo por un llanto producto de saber manejar una situación,  otros desertan y van a pedir disculpas, éstos últimos son los que recibirán las puñaladas de la lacrimosa que ayudada por las amigas aprovechará para descargar su arsenal impotente que te hará sentir muy mal.  Pero si eres de los que prefiere terminar radicalmente un: “cuando te calmes continuamos”  te dará una reputación tenebrosa y una frialdad inimaginable. Suave con esto.

Así pues lo descrito se desplazaría como una salida ante los escabroso que resulta pelear con una mujer, una tarea muy cuidadosa ya que uno nunca sabe con que argumentos pueden devolverte la queja. Todo lo dicho no pasa de ser un manual precario que no te deja listo si no que te informa de posibles escapes, menos aún si encuentras alguna que tenga más argumentos que tú ya que la dinámica es muy diferente cuando una mujer busca discutir.  Como toda pelea el varón debe de ver con quién se mete, una derrota palabrera demora más en sanar que los golpes salvajes que siempre te amistan con chelas. Mucho cuidado.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Nunca digas “Nevermind”


Era raro muy bueno y yo tenía tres. El 24 de setiembre del 91 el bebé calato (con todo y veto genital) nadó hasta los tímpanos y se quedó a vivir con dólar en mano en la parte más sucia y noventera de la mente, ese lado que se conoce como tu corazoncito  grunge.  Se establece la simbiosis destruir-deprimir y luego del hermoso disco lo que seguía era obvio.  



Creo que hablar de Nevermind no es hablar de Cobain enteramente, Nevermind fue el alternativo grunge más digerible. Si alguien escuchó y amó a Nirvana y a Kurt fue por Nevermind. Más allá de Smell like… o Come as you are (eternos no solo por su difusión si no por ser hermosas puertas de entrada a cambios imprescindibles) el disco se presenta ante todos como esa “cosa” que tenía ganas de ser pero no sabía si los demás la reconocerían o aceptarían su forma, es que  Nevermind se abría paso desde un lugar impensable, con sujetos tan poco estereotipados, no eran rockeros, no, para nada:  chato, alto y recontra chato, eso era Nirvana, así concibieron el mejor disco de los noventa.

Los temas fueron juzgados por la depresiva melodía, el impactante y “nuevo” sonido, desde Territorail Pissings hasta Polly , eran de esos pocos  casos donde la primera impresión era la menos sobrevalorada porque ya eran buenos desde el inicio, desde Bleach. En Nevermind sucede todo lo opuesto al común de los discos que buscan su lado innovador y suenan parecido a otros, Kurt quería sonar como otros y hacía maravillas mezcladas en calma y catarsis secuenciales, sin virtudes ni destrezas, sin más técnica que lo simple, sin muchas mixturas, sin el gigante maquillador por detrás. Este hijo de los Nirvana empezaba con un Smell  que quería ser The Pixie pero que apuntó mal y se fue al cielo para ser la estrella, la joya que se fue depredando y comercializando como hetaira que no es sobrevalorada, cada palabra la merece, pero no era justo juzgar y pensar en Nirvana por esas cuatro impactantes quintas del inicio. Sin duda el disco es la cara más bonita del grupo, como la foto que te toman sin avisar y donde sale uno bien aunque por dentro eres más que ese “bien”, Nevermind el disco que mostró  actitudes  gigantes  y  poder innovador que no hubiesen podido ser descubiertos sin lo bello de sus primeras caras.

Sucios, depresivos, autodestructivos, desgarradores eso eran y terminaron siendo, lo bueno es que después no hubo fórmulas porque no hubo otra maravilla tan evidente. Aquí se puede hablar de fama, de exceso, de manipulación y de lo rentable que era para todos ver a “Donald” rompiendo guitarras, difiero y esa no es la finalidad del post, pero si existe una forma de expresar lo que significó este disco sería: la entrada, no del chiquito, grande y más chiquito hacía el mundo, si no del mundo hacía eso que eran los tres, he aquí su valor (tal vez discutido). No es que Nirvana entró a nuestras vidas con Nevermind, nosotros somos los que atravesamos la puerta, esa entrada, porque los que cambiamos después de esa experiencia fuimos nosotros, nos dejamos asimilar por sus signos y fuimos más allá, quisimos más grunge, (tal vez yo tarde porque Cobain era polvo(rá)), así solo los que pasamos por la maravillosa puerta de agua de Nevermind nos dimos cuenta que era esa parte diferente de la que muchos renegaban, que repudiaban. No se está hablando de fama si no de un túnel donde daba ganas de sumergirse hasta encontrar todas las texturas de una garganta semidesgarrada. Nevermind el viaje infaltable para la experiencia más vigente, íntima y hasta tierna detrás de los amplis rotos y una bala atravesando la cabeza.


Dedicado  al eterno grunge
Habitante, más duro que el cielo.

sábado, 17 de septiembre de 2011

10 pautas para honrar a tus muertos como realmente se deben. (Reflexión antiflorera)

Más efectivo que visitar el nicho y comprar las magnolias con “lluvia” para luego llamar al de la escalera, aquí diez ideas (que sonarán pretexto) para honrar a los que se nos fueron, familiares en muchos casos. ¿Porqué diez? Porque la costumbre reza: “Tu bloguero que os dignáis a hacer un post con recomendaciones, aplica la regla de oro, resume tus hueveos a diez premisas porque así se han hecho los rankings  desde Moisés  (con sus top ten de  mandamientos) y así le darán más clicks al “me gusta”.


 1.-Nunca te portes igual que el occiso, aún si lo admiraras en vida, no trates de seguir su sendero, no copies todos sus ideales y no recurras a la frase “que hubiese hecho el (ella) si estuviera en mi lugar”, su vida ya se vivió. ¿Para que imitar sus costumbres, sus decisiones, para qué querer ser su “copia de seguridad” que aun está en la tierra? Además ¿estar muerto hace incuestionable a uno? Hónralo dejando su vida como suya y viviendo sin pretender ser así.

 2.-Ignora la última voluntad que te dejaron si es que esta afecta a tu forma de pensar o coacciona tu forma de vida, aun siendo alcohólico, drogadicto o del APRA. La clásica escena que empieza con un llamado hacia la habitación del agonizante termina en: “hazlo por mi”, más allá de ser emotiva simplemente es un intento desesperado por hacer de su muerte algo trascendente como motivo de cambio, encausando antes de irse, mal el muertito que quiere redimirse con el último suspiro y peor aquel que cambia por una muerte porque demuestra que alguien debe coaccionar sus actos si desea una muestra de cambio, a ese tipo todas las muertes le indicarán que algo hace mal, ese tipo sigue viviendo solo por el hecho que alguien cercano muere. El muerto debería ser él.

 3.-Si la muerte llega por larga enfermedad no recuerdes solo los momentos buenos del fallecido, se algo fuerte y recuerda la convalecencia, las peripecias, la evolución que hizo que esa persona llegue a cama y muera tal vez de manera muy triste, copia eso en tu mente y ten algo miedo por el dolor, ahora evita las cosas que llevaron a ese descenso doloroso, es buena hora para prevenir, estar alerta de lo posible que te pueda pasar, de cambiar algunos hábitos y tener una muerte diferente, si el fallecido vería que mueres de las mismas causas sentiría que tuvo a su lado un imbécil que no supo aprender de lo que veía. Demuestra que su muerte sirvió para preservar tu vida, muere de manera original.

4.-No te deshagas de todo lo que era de él (ella), no mantengas su habitación exactamente igual como la dejó o su contrario de vender o regalar absolutamente todo lo que le perteneció, tampoco seas tan basura de quedarte solo con las joyas o las cosas de valor y encierres en un armario o regales todo lo que te hace recordarlo. Al contrario, utiliza sus espacios, convive con su memoria, en lo posible utiliza sus cosas en la medida que sirvan, si te sientes bien usando un collar o un reloj que le pertenecía entonces tienes los escrúpulos de usar su ropa o utilizar su armario y mezclar ciertas pertenencias. Así no tienes que recordarlo simplemente sigue estando mezclado entre todo.

5.- Rehaz no borres. Cuando alguien fallece lo común cambiar la disposición de las cosas de inmediato, despejar la habitación o dejarla con un candado eterno que se abre solo para hacer dormir a la suegra siempre advirtiendo que el difuntito “dormía ahí” para que se largue del miedo. O en defecto cambiarse de casa después del entierro. Una cosa es remodelar y otra borrar toda huella de su vida en esa casa.

6.-Muchas veces el exánime suele regalar objetos de gran aprecio personal, desde cajas de colores antiguos a medio gastar (mi caso) hasta joyas y objetos de gran valor, no como herencia si no como cosas de gran carga emotiva y recuerdo que por el hecho de que eran importantes para ellos se vuelven automáticamente importantes para nosotros, pero no puede justificarse como algo lógico el no querer  desprenderse de esos objetos si está en riesgo algo más importante, gente que recién en el estado paupérrimo decide vender “el camafeo de perla de la abuela” para comer unas semanas o para pagar una operación que pudo prevenirse con el chequeo que podía pagar el mismo y preciado “camafeo”. Además se  ignora que  las cosas pierden mucho valor cuando su portador también  ha perdido su costo de vida. Si la abuela estaría viva le daría una patada en los bajos al tipo que esperó el caso extremo para desprenderse de un objeto que no puede contener el recuerdo único.


  7.-  Cuando hay una gran amistad más que un gran amor familiar no olvides deudas del que ya no está, recuerda las deudas contigo, las cosas que no  cumplió, lo prestado que no te devolvió, no para recuperar de los familiares sino porque el recordar a alguien no solo por lo bueno humaniza más el recuerdo, lo hace más digerible, lo plantea como una promesa, hace que la persona fallecida se aproxime a tu mente con más familiaridad y con la conchudez que los amigos aguantan siempre.


8.-  No olvides las cosas que detestabas de esa persona y que ahora que ya no está ignoras: Su impuntualidad, su ineficiencia, su conducta, sus costumbres o tics. El recordar a alguien tal como es  le otorga su plenitud cuando se le evoca, esto mezclado a las buenas actitudes ayuda a describir a alguien de una manera fiel, ayuda a preservar su carácter y su forma de observar el mundo. Decir solo que era muy  bueno, noble y alegre con todos sería mentir, daría la imagen de alguien incompleto, al parecer todos recuerdan solo lo bueno de los que ya no están, al parecer nadie entierra a seres humanos. Otórgale su legado recordando su vida íntegra

9.- Las personas que matan personas son víctimas de deseos de muerte de los próximos a los fallecidos, los asesinos son malditos por los que sufren. Así deseamos la muerte como venganza y si pasara: no es malo alegrarse con la muerte de seres que creemos que lo merecen y muchas veces uno no llega a matar  por las consecuencias de la justicia, una vida truncada merece todo el sentimiento de venganza que pueda haber, no hay venganza más justificada que la de hacer hasta lo último para que el privador de la vida pague con lo que establece las reglas sociales, eso de que “dios se encargará” son mamadas cobardes de quienes prefieren evitarse el fastidio  de hacer que se pague la vida y prefieren echarse al ataúd a seguir llorando. Lágrimas justicieras bah.

10.-  El que sufre con la muerte de alguien es el que se queda, es la primera base de autocompasión porque el que se fue nos hará falta. De inmediato asumimos que ya está en un “mejor lugar”  y que los que nos quedamos llorando tristes  somos nosotros. La muerte es un camino de zozobra para el que la cruza, con conciencia o no, es algo nuevo, la muerte es la privación de vida, es un instante no un estado. Para el que la experimenta, sea lo que fuere después (aun la nada existencial), es la etapa definitiva,  la que nos mostrará una verdad que buscamos, algo que se desea saber con vida, no se compadezca del occiso, entiéndasele como un ser que observa y “vive” la  única verdad  dela que todos especulamos.